Kárate contra los mosquitos de Sri Lanka

Los mosquitos de la ahora pacificada Sri Lanka claman venganza desde que el actor c

atalán, protagonista de Siete vidas (Tele 5), dejó un reguero de difuntos a su paso por esas latitudes. Un viaje de alto riesgo, y no sólo por la malaria.

Relátenos los malos presagios con los que empezó aquellas vacaciones de 2000.

El 3 de agosto de aquel año, los llamados Tigres del Norte se cargaron dos aviones en el aeropuerto de Colombo [capital de Sri Lanka]. Yo tenía billete para dos días después, y la agencia me invitó graciosamente a cambiar el destino. Pero decidí no cambiarlo.

Así que no temía a los Tigres, pero parece que sí a los mosquitos.

Tenía paranoia por si me contagiaban la malaria, y como los mosquiteros del hotel no eran muy allá, pasaba la noche en guardia haciendo kárate y no paraba hasta matar al mosquito.

Agotador. La refriega nocturla le dejaría sin fuelle para las excursiones diurnas.

No, hice muchas. Recuerdo el Sigiriya Rock Forters. Una enorme piedra llamada Roca del León donde el rey Kaksapya hizo construir dos palacios en el siglo V. El de verano tenía fuentes, jardines versallescos y piscinas cubiertas. Al de invierno se llegaba subiendo escaleras angostas y tenía unos frescos en la pared impresionantes.

¿Y en qué idioma se comunicaba?

Allí no se pilla ni el hola, de modo que busqué un guía que hablaba inglés. Con él visité Kandy, una ciudad preciosa que presume de tener una reliquia de Buda. En concreto, un diente que guarda en una urna y con el que una vez al año hacen un hit parade por las calles, con elefantes y todo.

Vamos, como nuestra sangre de san Pantaleón en versión exótica. ¿Qué tal se le dieron los elefantes?

Los más bonitos los vimos en Pinnawela, un orfanato de elefantes. Todos los días los sacan al río para que se bañen, y ves a decenas de ellos jugar, echarse chorros y pasarlo de muerte.

¿Lo pasó bien al probar la gastronomía del lugar?

La base de los platos más típicos es el arroz con frijoles y pollo, pero muy picante. Y la carne la veías en los mercados colgada, con sus intestinos expuestos al sol. Un festín para el olfato.