Conocimiento científico y diversidad cultural
¿Conseguiremos superar algún día la dicotomía cultural entre Humanidades y Ciencias que C. P. Snow bautizó en 1959 como las dos culturas? Un aspecto destacable del Fórum Barcelona 2004 es que incluye las ciencias bajo el concepto global de culturas. La Agenda 21 de la Cultura -la primera herencia importante que ha dejado el Fórum- apuesta inequívocamente por la integración de la cultura científica en las políticas culturales de inclusión social.
En este contexto se celebra en Barcelona el octavo congreso mundial de la red internacional Public Communication of Science & Technology, que se reúne cada dos años y que en su última convocatoria, en Ciudad del Cabo (Suráfrica, 2002), congregó a más de 400 especialistas en la difusión cultural científica de 42 países de los 5 continentes. La cita de Barcelona servirá para potenciar aún más uno de los valores fundamentales -la diversidad cultural- de esta red mundial que se fundó en 1989 en Poitiers (Francia). El lema del diálogo Conocimiento científico y diversidad cultural constituye una excelente oportunidad para analizar cómo la ciencia -una de las verdades más universales que existen- es conocida, transmitida y aplicada en este mundo por suerte tan fecundamente diverso en el que vivimos. El programa oficial -www.pcst2004.org-, en cuya organización colaboran la Universidad Pompeu Fabra y el comisionado de Cultura Científica del Ayuntamiento de Barcelona, se complementa con otros dos eventos internacionales: uno sobre periodismo científico (con la Fundación Española Ciencia y Tecnología) y otro acerca de museos divulgadores del conocimiento científico y médico (con el hospital de la Santa Creu i Sant Pau). Dos vías de difusión, periodismo y museología que en nuestra sociedad son esenciales para la promoción de la cultura científica.
Porque, en realidad, ¿de qué estamos hablando? Aspiramos a que el conocimiento científico sirva para establecer puentes de entendimiento entre las diferentes culturas del mundo y que las diversas sociedades y comunidades puedan entender y participar en su propia evolución de este conocimiento esencial para la supervivencia de la humanidad; racionalizando y mejorando la utilización de los recursos del planeta, al tiempo que desarrollan cooperativamente nuevas tecnologías que nos permitan vivir más y mejor a todos y con la voluntad de que disminuyan las grandes diferencias educativas, sociales, económicas y, en general, las de oportunidades que nos separan a los unos de los otros.
Para ello necesitamos ciudadanos y ciudadanas que sean capaces de ser verdaderos protagonistas de sus vidas y de las decisiones que la sociedad toma en su evolución hacia el futuro. Esta es la clave para un futuro mejor y más democrático: poder desarrollar una capacidad crítica que nos permita acceder a la participación pública de la gestión de los saberes y poderes que gobiernan el mundo.
En la conferencia Ciencias de la vida en la sociedad actual: biología moderna y visiones de la humanidad, que se celebró en marzo pasado en Génova (Italia), el comisario europeo de Investigación, Philippe Busquin, subrayó "la necesidad de fomentar la cultura científica y la participación pública para lograr una buena gobernanza científica".
Está claro que, gracias a la biología molecular y a la física contemporánea -entre otras ciencias-, comprendemos mejor la naturaleza de la vida y del cosmos. No obstante, el conocimiento científico provoca muchas dudas éticas y sociales. ¿Nos hemos parado a pensar si el avance en el conocimiento genético podrá ser aplicado -por su coste- realmente a todas las personas que se podrían beneficiar de él? ¿No parece probable que aumente en un futuro aún más el abismo entre los que pueden y los que no pueden acceder a estos y otros tratamientos innovadores?
"Las ciencias de la vida han alterado los campos del conocimiento y del poder", señaló Busquin, "han dejado en manos del ser humano procesos que requieren una precisión sorprendente y una eficacia tremenda. Por tanto, es necesario reintegrar las ciencias en la cultura, que es el lugar al que pertenecen, y el esfuerzo no debe ser solamente académico. De ahí la importancia del impulso de la cultura científica. Promover la cultura científica significa incentivar el desarrollo de la ciudadanía y forma parte de una buena higiene democrática. Resulta imprescindible para permitir que el público entienda y dirija el proceso".
La sociedad de privilegio en la que algunos vivimos se caracteriza por su rápida adaptación a la era del conocimiento y por su notable incremento de la esperanza media de vida, dos factores que deberían confluir en la emergencia de una mayor sabiduría de nuestra civilización. No obstante, todos somos conscientes de las enormes contradicciones en las que estamos inmersos. Nuestra forma de ejercer la política y la economía parece infravalorar -cuando no desprecia, simple y llanamente- la aportación intelectual de otras experiencias. El saber y el poder parecen conceptos incompatibles, cuando deberían ser sinérgicos.
Por ello, la red internacional Public Communication of Science & Technology hace años que predica en todo el mundo la necesidad de aprender de los otros y de reflexionar conjuntamente. Así, Barcelona tendrá una continuidad en Seúl (Corea) en el año 2006 y posiblemente dejará aquí -además de un fructífero intercambio de conocimientos y el establecimiento de nuevas alianzas interpersonales e interculturales- la herencia de una academia del conocimiento y de la cultura científica.
Vladimir de Semir es profesor de la Universidad Pompeu Fabra y director del diálogo Conocimiento científico y diversidad cultural (Public Communication of Science & Technology Network).
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