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Crítica:LA LIDIA | FERIA DE SAN ISIDRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Intolerable

Antonio Lorca

Será que la autoridad no tiene quien le lea, de verdad, la cartilla. Será que la fiesta de los toros no le importa absolutamente nada. Será que este público festivo lo aguanta todo, hasta la dura piedra de los tendidos durante dos horas de sufrido aburrimiento.

La suerte de la autoridad es que ya no hay afición. Si la hubiera, habría ido después del festejo al juzgado de guardia a denunciar una estafa como una casa. Si aún tuviera vida (la afición), los señores que ejercen actualmente la autoridad estarían dedicados a otros menesteres porque no se permitirían sus desmanes, sus manejos y su firme decisión de acabar con este espectáculo en el menor tiempo posible.

Intolerable, indignante, bochorno impropio de la que dice ser la primera plaza del mundo. Sobran los calificativos para enjuiciar lo visto y ocurrido ayer en Las Ventas. Es difícil entender cómo la autoridad, que se supone competente, admitió una corrida tan mal presentada (tres toros cumplían los cuatro años en el mes de junio y ayer fue el primer día del mes), unos novillos que no se aceptarían ni en una plaza de tercera. Incomprensible a todas luces que esos novillos salieran al ruedo de Las Ventas en la Feria de San Isidro. Pero ésa es la evidencia del estado actual de la fiesta.

Atanasio / Luguillano, Valverde, García

Toros de Herederos de Atanasio Fernández, impresentables y anovillados, mansos, inválidos y descastados; el 4º fue devuelto y sustituido por uno de Carlos Núñez, mal presentado y mansurrón. David Luguillano: estocada baja (silencio); tres pinchazos y media tendida (bronca). Javier Valverde: pinchazo, pinchazo ensartado y estocada tendida (silencio); pinchazo y estocada (silencio). Iván García: estocada caída (ovación); tres pinchazos -aviso-, media baja y dos descabellos (silencio). Plaza de Las Ventas, 1 de junio, 18ª corrida de feria. Casi lleno.

Pero no quedó ahí la cosa. La ganadería de Atanasio Fernández pasó a la historia. Es decir, pasó su grandeza, su prestigio y su ejemplo de presentación y casta. Hoy, está podrida, enferma o borracha. Hoy es uno de los referentes de la decadencia, del toro sin trapío, sin fuerza y sin bravura. Fue denigrante el espectáculo de los toros rodando por la arena en una claudicación total en todos los tercios. Fue penoso comprobar cómo aquellos animalitos se tambaleaban y desplomaban después de olisquear el ambiente.

Y la autoridad no sólo engañó gravemente dando por buena esta corrida, sino que admitió el fraude reiterado al no devolver a los corrales a todos y cada uno de los ejemplares de Atanasio. Así, el presidente de ayer no debe volver al palco por manifiesta ineptitud o por dejación de funciones. No vale mirar al infinito como si la guerra no fuera con él. No vale decidir siempre a favor de la empresa. No es lícito presidir una corrida si no se está preparado para ello.

Bastante hicieron los toreros con matar la corrida. Unos mejor que otros, ésa es la verdad. A Luguillano le tocó el primer gran inválido de la tarde y un sobrero al que no quiso ni verlo y nadie supo el motivo. No era toro de carril, pero el vallisoletano lo aliñó por la cara, muy despegado y a la defensiva entre la merecida bronca del respetable. Valverde no tuvo toros, y cuando no hay toros se hace presente la nada. Dio pases, sí, pero entre su vulgaridad y la invalidez de sus oponentes, el resultado fue un horror. Y el más voluntarioso fue Iván García, que quiso sacar todo el jugo a su única comparecencia en la feria, puso voluntad, ánimo y muchas ganas de triunfo, pero la grada no le dio importancia a su labor y perdió una oportunidad por culpa de otros. Dos horas y cinco minutos duró el bochorno decadente e intolerable de la corrida de ayer. Mañana será otro día. Ésa es la gran suerte de la autoridad.

David Luguillano, en su segundo toro.
David Luguillano, en su segundo toro.GORKA LEJARCEGI

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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