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Crítica:LAS VENTAS | LA LIDIA | FERIA DE SAN ISIDRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

No hay billetes

Antonio Lorca

Con el debido respeto a quienes se visten de luces y más en San Isidro, seamos claros: si en la tarde de ayer se puso el cartel de no hay billetes es que algo no funciona en este negocio. Ni los toros ni los toreros tenían el atractivo suficiente para esa avalancha de espectadores que, en tarde entrada en aguas, llenó de bote en bote Las Ventas. Cabe preguntarse qué es lo que motiva esta paradoja. Porque paradójico es que tres toreros que no son figuras ni han labrado una carrera salpicada de buenos recuerdos se encuentren con los tendidos a rebosar. Bien es verdad, por otra parte, que es una magnífica oportunidad para demostrar que uno es la figura que piensa que es.

Pero mientras lo demuestra, es evidente que el cartel no motivó el lleno. Ojalá fuera así, pero no nos engañemos; esta corrida la programan un domingo después de feria y no acuden ni los disciplinados turistas japoneses que a las ocho en punto abandonan la plaza porque es la hora de la cena.

Arauz / Barrera, De Julia, Vicente

Toros de Arauz de Robles -el 1º devuelto por inválido- desiguales de presentación, mansos, blandos y muy descastados; el 4º, bravo e inválido. El sobrero, de Carlos Núñez, manso y deslucido. Antonio Barrera: dos pinchazos, casi entera y un descabello (silencio); estocada -aviso- y un descabello (silencio). Rafael de Julia: estocada baja (silencio); media muy baja (pitos). Iván Vicente: estocada (silencio); pinchazo y estocada (palmas). Plaza de las Ventas, 23 de mayo 12ª corrida de feria. Lleno.

La razón hay que buscarla, quizá, en que era domingo, en que muchos de los que vinieron a la boda real aprovecharon para empaparse del todo y, sobre todo, en que está muy bien visto entre ciertos sectores profesionales eso de decir "estuve ayer en los toros, chico".

Ayer, una vez más, la lluvia fue un testigo impertinente que aportó incomodidad a una tarde para el olvido, a causa, especialmente, de unos descastados e inválidos toros de Arauz de Robles. Siempre se ha dicho que los mansos, los bravos, los deslucidos y los violentos tienen su lidia, pero los descastados.... Para los descastados no hay lidia porque son portadores del virus del más absoluto aburrimiento y de la desesperación extrema. Los descastados son los que promueven que esos espectadores de ocasión que presumen de haber ido a los toros, proclamen sus miserias a los cuatro vientos: ¡vaya corridita...!

Y que lo digan. Los tres toreros del cartel tenían sobrados motivos para poner toda la carne en el asador. Pero no había carne para asar o, al menos, era de muy mala calidad.

Así, Antonio Barrera, que lleva algunos años tratando de escalar puestos a base de mucho valor y en lucha permanente con inoportunas lesiones, no pudo levantar su cartel. Se puede decir que no estuvo fino y puede que sea verdad, pero no le faltó voluntad para superar la mala condición de sus dos toros. Incluso, se ganó algunos pitos por intentar una y otra vez sacar agua de lo que era pozo seco. Le devolvieron su primero, que no se mantenía en pie, y salió un sobrero feo de hechuras y de escasa nobleza ante el que se plantó con firmeza en el tercio final y consiguió una tanda de buenos redondos ligados con un largo y templado pase de pecho. El toro desarrolló violencia y la faena fue de más a menos. No rehuyó Barrera la pelea, pero se despegó de su oponente mientras éste se quedaba corto y se sucedían los enganchones en la muleta. Total, nada. Cerró su labor con unas manoletinas insulsas que no venían a cuento.

Bravo en el caballo fue el melocotón que hizo cuarto, bonito de lámina y con cuajo. Derribó con estrépito en el primer puyazo y empujó con fijeza y poderío en el segundo. Pero toda su fuerza la dejó en el peto y llegó derrengado a la muleta. Barrera dio la impresión de no entenderlo o es que el toro no tenía nada que entender. El torero citó fuera de cacho, muy despegado, y los pases resultaron banales. El toro se paró, quizá contagiado de las toscas maneras del torero, y entre los dos aburrieron de lo lindo.

Rafael de Julia, triunfador en esta feria hace tres años, busca recuperar el crédito perdido, pero ayer, sinceramente, no le acompañó la suerte, asunto que también tiene su importancia. Ninguno de sus dos toros permitió un pase, lo que puede parecer una exageración, pero es la pura verdad. Su primero, por descastado, y el otro, además, por manso, que se emplazó en el centro del ruedo y dijo con claridad que de allí no se movía. Mató bien a su primero y acabó con el otro de un sartenazo que degolló al toro y el público le dedicó al torero una pitada exagerada. Sobre todo porque ha habido otros en tardes anteriores y han pasado casi inadvertidos. Mala suerte y oportunidad perdida; no le puede ir peor una tarde a quien busca reverdecer triunfos pasados.

Y queda Iván Vicente, que también busca una mejora sustancial de su situación profesional. Se estiró bien a la verónica y se equivocó al brindar al público su primer toro, que era tan impropio como los demás. Los buenos deseos juegan a veces estas malas pasadas. Además, presentó la muleta retrasada y sólo queda en su haber un natural aceptable y un ligado pase de pecho antes de matarlo de una estocada hasta la empuñadura. Manso también fue el sexto y Vicente lo intentó por ambos lados, pero no fue posible el lucimiento.

El diestro Antonio Barrera durante la corrida de ayer en Las Ventas.
El diestro Antonio Barrera durante la corrida de ayer en Las Ventas.MANUEL ESCALERA

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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