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ELECCIONES AL PARLAMENTO EUROPEO

Un trabajo incómodo y bien remunerado

Gabriela Cañas

Bruselas

La vida de un eurodiputado dispuesto a trabajar está repleta de incomodidades. Cada semana debe viajar a Bruselas o a Estrasburgo, vivir en hotel entre dos y cuatro días a la semana, seguir y negociar asuntos que no son sencillos y apenas se comprenden en la opinión pública y orbitar lejos de sus capitales, donde están los órganos de poder.

A cambio, el eurodiputado dispone de un sueldo neto que oscila entre los 8.000 y 9.000 euros mensuales, de coche oficial en Bruselas y Estrasburgo, de vuelos gratis en España y de una pensión que percibirá de por vida desde los 60 años aunque reciba otra jubilación o incluso trabaje.

Entre los conocedores del Parlamento se dice que la tercera parte de los eurodiputados nunca asisten, la otra tercera parte va a Bruselas o a Estrasburgo sólo para pasarlo bien y la otra tercera parte, trabaja.

Algunos eurodiputados no necesitan acudir a la Eurocámara para percibir un sueldo más que generoso (los italianos ganan, de base, 11.000 euros al mes); de ahí su alto grado de absentismo.

Los españoles, en cambio, cuyo sueldo base es de 3.000 euros brutos por doce pagas al año, necesitan trabajar o, al menos, acudir y firmar su asistencia para redondear unos emolumentos que oscilarán entre los 8.000 y los 9.000 euros mensuales gracias a las dietas de asistencia y a la de viajes, entre otros conceptos.

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"Estar en el Parlamento Europeo es un privilegio. Es un trabajo apasionante que te permite sentirte corresponsable de la construcción europea y que está muy bien pagado", dice Jorge Hernández Mollar, del PP, que abandona la Eurocámara tras dos legislaturas. Pero añade: "Por otra parte, se sufre un desgaste físico y familiar considerable y eso que yo vivo en Málaga y tenía vuelos directos a Bruselas".

La semana suele ser corta, de modo que el grueso de los eurodiputados sólo están en Bruselas los martes y miércoles. Disponen de un despacho de pequeñas dimensiones con una cama plegable y una pequeña ducha, pero lo habitual es que pernocten en hoteles o compartan apartamentos con colegas. No les interesa alquilar o comprar una casa para ellos solos porque Bruselas no es siempre la sede central de su actividad.

Una vez al mes, el pleno de la Eurocámara se celebra en Estrasburgo, donde de nuevo deben afrontar la estancia en un hotel.

Tanto en Bruselas como en Estrasburgo disponen de un pequeño despacho adjunto al suyo para sus asistentes. Suele ser de gente de confianza (no hay incompatibilidades; pueden contratar a un familiar) que vive en Bruselas y que sigue más de cerca todos los asuntos.

La opinión del Parlamento Europeo (732 escaños; 54 de ellos españoles) es cada vez más decisiva. La negociación de las directivas es una parte esencial de un trabajo en el que cuentan los intereses europeos, los nacionales y de partido, razón por la cual hay una amplia gama de acuerdos.

El sentimiento de frustración entre sus señorías aumenta a medida que transcurre el tiempo. "Haces cosas muy importantes que a nadie parecen importar", explica Anna Terrón, socialista, que también abandona la Eurocámara. La sensación de perder peso dentro de los partidos es otra inquietud añadida.

Pero ser eurodiputado se convierte en una parte importante del currículo, aunque no se trabaje. El primer ministro italiano Silvio Berlusconi pertenece a ese tercio de los que apenas ocuparon su escaño.

Entre los españoles menos activos de la última legislatura están Mónica Ridruejo (PP) y José María Mendiluce (independiente en la lista socialista).

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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