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FÓRUM DE BARCELONA | Observatorio
Columna
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Potencias de 10

Uno: la reflexión. Es la mínima expresión del diálogo. Ocurre entre una mente y ella misma. Ella se pregunta y ella se contesta. En el Fórum, lugares como la sombra de la catedral solar de Elías Torres o frente a la isla cubista de Beth Galí son buenos para ello. La reflexión fomenta la independencia del individuo frente a la incertidumbre.

Dos: la conversación. Uno habla después de escuchar mientras el otro escucha antes de hablar. En el Fórum hay buenos rincones para este clásico. La conversación fomenta la reflexión.

Unos diez: la tertulia. Participan los que pueden sentarse juntos en torno de una mesa, contemplar juntos una exposición o pasear juntos como maestro y discípulos. El Fórum está para eso. La tertulia fomenta la conversación.

Unos cien: la conferencia. Se reúnen en un aula o en una sala para escuchar a unos oradores lejanos pero aún presentes. Tras la ponencia, cualquiera puede tomar la palabra e iniciar un amago de conversación. En el Fórum se han previsto espacios para ello. La conferencia fomenta la tertulia.

Unos mil: la ceremonia. Acuden para asistir a discursos y espectáculos. Grandes pantallas sustituyen a las antiguas máscaras para magnificar la expresión de un rostro imperceptible. Imposible conversar, pero se puede aplaudir o abuchear. En el Fórum hay un auditorio para más de tres mil. Nunca me he sentido empujado por una ceremonia hacia algo que acabe en reflexión.

Las decenas de miles (el gran mitin), los centenares de miles (el gran espectáculo) y los millones (la gran manifestación) se concentran, previa identificación colectiva, para felicitarse por su propia enormidad. Ya son, más bien, para dormir la reflexión...

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