Jugar a la lotería
Los tres novilleros dieron motivos para ponerlos verdes. Se podría decir que no tienen perdón de Dios porque estuvieron muy por debajo de la encastada y noble novillada de La Quinta. Pero no sería justo resumir tan drásticamente una tarde crucial para ellos, mil veces soñada y, a partir de ahora, convertida en un mal sueño. Quizás lo más adecuado es que ellos mismos reflexionen sobre su futuro porque tienen la edad oportuna para tomar otros derroteros en la vida. Lo triste es que la novillada se fue con las orejas colgando y los chavales, con las orejas gachas. Todos los novillos fueron aplaudidos, y los novilleros, pitados con mayor o menor intensidad.
Pero, quizá, ellos son sólo culpables de sus escasas aptitudes para el toreo. También son víctimas de su época, y están contaminados de todos los defectos de la tauromaquia impuesta por las actuales figuras. No dice el programa oficial si han sido alumnos de escuela alguna, pero los tres están cortados por el patrón de la modernidad. Manejan el capote como si fuera una sábana; las chicuelinas, las tafalleras y las verónicas pierden todo su sentido en tan inexpertas manos. Con la muleta mostraron un desconocimiento lamentable: sin orden, sin mando, con todas las ventajas y olvido total de la ortodoxia. ¿Quién ha enseñado a estos chavales a torear? ¿En qué espejo se miran? ¿Habrán visto cómo toreaba Curro a la verónica? ¿O cómo por chicuelinas Paco Camino? ¿Se habrán deleitado alguna vez con el toreo al natural del Emilio Muñoz de sus mejores tardes? Eso es el toreo; ésas son algunas de las fuentes en las que hay que beber y no en los manuales de los que ultrajan el toreo eterno.
La Quinta / Palazón, Solís, Galán
Novillos de La Quinta, desigualmente presentados, blandos, bravucones, sosos y con recorrido en el tercio final; el 3º, bravo y encastado; el 6º, muy noble. Todos fueron aplaudidos en el arrastre. Francisco José Palazón: pinchazo, estocada, dos descabellos -aviso- y tres descabellos (silencio); pinchazo y estocada (silencio). Javier Solís: estocada muy baja (algunos pitos); media atravesada y 13 descabellos (pitos). Roberto Galán: estocada atravesada -aviso- y un descabello (pitos); tres pinchazos, media atravesada y un descabello (pitos). Plaza de Las Ventas, 10 de mayo. 1ª novillada de feria. Tres cuartos de entrada.
Alguien se habrá empeñado, además, en que los tres novilleros sean toreros y les habrán contado milongas sobre un futuro de éxito y riqueza. Sus poderdantes habrán movido cielo y tierra para ponerlos en Madrid por si la flauta suena y les toca la lotería de un triunfo que los lance en la profesión. Y se encuentran -privilegiados ellos- en la Feria de San Isidro con una novillada que no es la que hubieran querido y con la que se estrellan como jamás se hubieran imaginado.
El problema es que la novillada era de otra época. Nada de toritos artistas: nada de novillos de peluche, sino novillos de trapío justo, como corresponde a los santacolomas, blandos pero encastados, codiciosos y picantes, que cumplieron en los caballos con desigual fortuna y llegaron a la muleta con sosería, con la cara alta en ocasiones, pero con acometividad y noble recorrido.
Y para ese tipo de toros no hay toreros. Ni novilleros ni matadores, que quede claro. Pero, al parecer, tampoco hay vídeos para aprender, que quién sabe si los aspirantes manejan mejor la playstation que los engaños.
Lo cierto es que fue una tarde de nubarrones negros, de lluvia intermitente, que no presagia nada bueno sobre el futuro de estos jóvenes.
Palazón se vio desbordado por su lote, más complicado el primero que el cuarto, que desarrolló nobleza, pero en ninguno dijo nada emocionante. Siempre al hilo del pitón, sin mando y preso de un aburrido hieratismo, es difícil torear. Solís alarga el brazo, pero se le nota la desconfianza y rectifica los terrenos. En el quinto, lo peor fue el mitin con el descabello. Y Roberto Galán, con el mejor lote, pasó un mal rato. Sencillamente, no sabe. El encastado tercero lo volvió loco, y el noble sexto lo ridiculizó. Una pena muy grande debe ser jugar a la lotería de tu vida profesional y perder. Aún están a tiempo de cambiar. Se impone la reflexión.
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