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El camerunés dedica sus goles al palco

Diego Torres

En el Madrid todo se ha vuelto tan confuso que Samuel Eto'o, su verdugo de ayer, es otro madridista, uno más, que vuelve para vengarse y, aparentemente, reivindicarse nada menos que ante el palco de autoridades.

El camerunés marcó el primer gol gustándose. Como un bailarín, solo ante su reto, sin importarle que Raúl Bravo se le subiera a la chepa. Marcó, sacó pecho, se señaló el dorsal, el nueve, y se fue hasta la altura del sillón de Florentino Pérez para lanzarle un mensaje acorde con su creciente interés por dejar las islas. Con el dedo índice hizo un gesto como diciendo: "Yo debería estar aquí". Después atinó otra vez con la red de Casillas. Por si no se había notado.

El Bernabéu no estaba preparado ni para enfadarse. El público y el equipo comparten una idéntica astenia primaveral. Y así se llenó Chamartín, de gente conciliadora, sin demasiadas ganas de animar, un poco descreída. Los hinchas acudieron a ver el espectáculo, sin más. Sin pesimismo ni esperanza. Como espectadores en una sala de cine, vieron caer los tres goles del Mallorca. Con ese aire, ni perplejo ni ofendido, vieron a Eto'o desnudar a los defensas del Madrid: a Pavón, que sudó lo suyo; a Roberto Carlos, que dejó solo a Bravo cada vez que pudo; a éste, que ayer no parecía hecho para este oficio; y a Helguera, que no podía hacer de medio centro, de líbero y de central en cada jugada, todo al mismo tiempo, porque con Beckham no se puede contar para marcar.

Desde su isla de actitud participativa, los fanáticos de Ultras Sur desplegaron una pancarta evocadora de los tiempos premercantiles del fútbol, representados por el malogrado y extremo de Fuengirola: "Queremos once Juanitos".

Lo más parecido a Juanito que vieron los madridistas ayer fue Figo, incansable en todas las fases. Turbados, los aficionados armaron un poco de bullicio cuando el equipo se retiró al descanso con el 1-3 en el lomo. Un grupo que rodeaba el palco se volvió hacia Florentino Pérez para manifestar su malestar, un hecho que se repitió por segunda vez en este ciclo presidencial. La primera fue tras la derrota contra Osasuna.

El primer gol del Mallorca precipitó el movimiento en el banquillo blanco. El técnico, Carlos Queiroz, mandó calentar a Cambiasso, que se había caído de la alineación no se sabe en función de qué estrategia. El argentino entró en el segundo tiempo y Raúl Bravo se fue, además de lesionado, abucheado, maltratado. Pero poco en comparación con el entrenador, que se llevó la pitada de la noche cuando metió a Portillo por Solari.

Ronaldo y Roberto Carlos, que vieron la tarjeta amarilla, se perderán el próximo partido en Murcia. El delantero fue amonestado por protestar al árbitro la anulación de un gol.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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