Un negocio sobre ruedas

Puede que muchos españoles se llevaran las manos a la cabeza cuando en 1991 un consorcio formado por la Generalitat de Cataluña, el Real Automóvil Club de Cataluña (RACC) y el Ayuntamiento de Montmeló (Barcelona) decidió construir el Circuito de Cataluña. Su coste resultaba estratosférico para la mentalidad de la época: 6.000 millones de las antiguas pesetas. Sin embargo, el proyecto se llevó a cabo. Ahora, 13 años después, se ha convertido en una de las instalaciones deportivas que genera más movimiento económico a lo largo del año. Un amplio estudio realizado por una empresa estadounidense en 2001 y actualizado en 2003 indica que sólo el Gran Premio de España de fórmula 1 aportó una inversión de 55 millones de euros en un amplio sector de influencia desde Girona y Manresa hasta Sitges. Todo apunta a que este año se batirán los records de asistencia con 110.000 espectadores.

"No creo que sea un caso aislado", asegura Amand Barfull, director adjunto del Circuito de Cataluña; "pienso que en la mayoría de las carreras de F-1 se genera un movimiento parecido. Pero nuestra ventaja es que somos uno de los dos únicos circuitos europeos que organizamos este gran premio y también el de motociclismo". Esta circunstancia eleva la inversión de esos dos fines de semana a unos 70 millones de euros. Los Campeonatos del Mundo de motociclismo suponen 15 millones, menos de un tercio que el de la fórmula 1.

"Lo que marca esta diferencia", agrega Barfull, "es que el 65% de los aficionados que acuden a la F-1 son extranjeros -sobre todo, alemanes, franceses y británicos- y suelen pasar cinco días de vacaciones con motivo de la carrera. Y una buena parte del resto, procedentes de Asturias, Madrid, Valencia y Aragón preferentemente, pasan un mínimo de tres días en las cercanías. Además, todos ellos forman parte de una capa social con poder adquisitivo: acuden a hoteles y comen en buenos restaurantes. En las motos es muy distinto porque muchos aficionados viajan con tiendas de campaña y acuden a la prueba justamente el día antes".

Sin embargo, la sostenibilidad de un circuito permanente no depende tan sólo de eso, sino también de la ocupación que consiga a lo largo del año. En Montmeló este problema está resuelto: únicamente se encuentra libre 16 días. En 2003 hubo actividades en 326 y en otros 23 tuvo que cerrarse por las obras de la nueva variante, solicitada por los responsables de la F-1. "Durante seis meses, la ocupación fue del ciento por ciento", cuenta Fidel Sust, director general y nombrado recientemente miembro de la ejecutiva de la asociación internacional de circuitos permanentes; "lo más importante, no obstante, es que la F-1 estuvo en total, entre entrenamientos privados y el gran premio, 52 días en Montmeló. Y eso supone un mínimo de 40 personas por escudería, que hay que multiplicar por cinco o por nueve, dependiendo de los equipos congregados en una semana de pruebas. Todo el sector se beneficia".

El Circuito de Cataluña tiene un presupuesto anual de unos 28 millones de euros y su coste de mantenimiento se acerca a los 2 millones. Lo más costoso es el asfaltado, una obra que deberá afrontarse en los próximos años, puesto que permanece el original excepto en algunas zonas modificadas. "Eso puede ascender a unos 2,5 millones porque obliga a levantar y reconstruir todos los drenajes", apunta Barfull; "en cualquier caso, el circuito suele cuadrar todos sus ejercicios. Aunque, si valoramos el impacto económico que genera y la imagen de país que vende a nivel mundial, el beneficio es realmente incuestionable".