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Reportaje:FÚTBOL | Liga de Campeones: vuelta de las semifinales

Un animal de vestuario

Deschamps triunfa al frente del Mónaco por su carácter, sencillez y empatía con los jugadores

En el reportaje Les yeux dans les bleus Los ojos en los azules), de Canal + Francia, que buceaba en la selección francesa triunfadora en el Mundial 98, se veía a Deschamps, el capitán, dando instrucciones por su cuenta en el descanso de los partidos sin que en la cara del seleccionador, Aimé Jacquet, se dibujara el más mínimo reparo. "Están bien los centros bonitos, pero marcar es mejor, ¿vale? Tira", le decía al delantero Trezeguet. "Siempre delante del balón cuando nos piten una falta": prescripción para los centrocampistas. "Hay que morder como lobos": mensaje para los defensas. A Zidane, del que fue fiel escudero en el equipo nacional y en el Juventus, le hablaba al oído en un susurro cómplice e indescifrable.

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Casi seis años después de aquel mágico verano, Didier Deschamps (Bayona, 1968) se pasea por el vestuario del Mónaco repitiendo los mismos mensajes sobre pequeños detalles e inyectando confianza. Ya no viste de corto y no puede aportar el equilibrio defensivo y el sentido táctico que siempre mostraba en el centro del terreno, donde se caracterizaba por leer la jugada del rival, recuperar la pelota y entregársela al compañero más cercano con la sencillez de los inteligentes. Ahora es un entrenador atípico por su forma de relacionarse con sus pupilos. Lo explica Morientes: "Hace muy poco que dejó el fútbol y eso se nota. A veces le veo como un jugador más. Está tan involucrado en lo que es el equipo que a menudo no parece el entrenador. No es como en el Madrid, en el que el equipo es el equipo y el entrenador es el entrenador. Aquí, Deschamps es uno más". Desailly, que apura su exitosa carrera en el Chelsea y conserva una amistad con Deschamps que se remonta a cuando eran juveniles en la escuela del Nantes, también habla de él con entusiasmo: "Siempre ha funcionado como un entrenador, incluso cuando jugaba. Vive el fútbol, lo devora, lo imagina hasta durmiendo".

La receta de convivencia y compromiso colectivo funciona en el Mónaco, empezando por la ascendencia de Deschamps sobre la plantilla, por el respeto que infunden su experiencia y sus títulos, y también porque en dos cursos ha limpiado el cuadro de carísimas celebridades quizá más preocupadas de sí mismas que del equipo, como Panucci, Simone, Bierhoff o Gallardo, con los que mantuvo, victorioso, serios pulsos. Deschamps, un animal de vestuario, entrena tal y como jugaba. Con carácter, sencillez y un mensaje cercano con el que se gana a sus futbolistas.

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