_
_
_
_

Bartabas orquestará en el Fórum una gran parada de lamas, caballos y emoción

El Tíbet inspira 'Loungta', del teatro ecuestre Zíngaro, uno de los espectáculos estrella del evento

Jacinto Antón

El canto gutural y la música sacra de los lamas tibetanos y los hermosos caballos y los audaces jinetes del grupo de teatro ecuestre Zíngaro se mezclan en el nuevo montaje de la compañía, Loungta, les chevaux de vent, que recalará en el Fórum del 18 de mayo al 4 de junio como uno de los grandes acontecimientos de la programación. Espectáculo bellísimo, cargado de espiritualidad, magia, emoción, riesgo y poesía. La última creación del patilludo centauro Bartabas, el director de Zíngaro, se representa estos días en La Rochelle (Francia) antes de viajar hacia Barcelona.

"Hay algo universal en la música del Tíbet como lo hay en el trabajo con los caballos", dijo Bartabas tras una función en un encuentro con periodistas españoles. Loungta -el nombre que se da en el Tíbet a las oraciones escritas en tela que se cuelgan para que las agite el aire y las extienda por el mundo, y significa, precisamente, "caballo de viento"- se representa en la característica carpa negra con forma de silla de montar de Zíngaro. La obra se inicia con un preámbulo ritual en el que la música, la penumbra, nubes de incienso y el movimiento ceremonial de varios intérpretes inducen en el público un estado cercano al trance. La presencia de los monjes con sus vestiduras y sus altos gorros amarillos, sus trompas, sus molinillos, sus banderas de oración y sus tambores llena el espacio de una sacralidad casi palpable. El elemento escenográfico fundamental es una especie de cúpula de tela que evoca a la vez la yurta, la tienda tradicional de los nómadas; el chorten, el monumento funerario omnipresente en el paisaje tibetano, y el onfalos, el mítico centro del mundo. También remite al velo de Maya budista que crea la ilusión y disfraza la realidad.

Esa estructura, colocada en la pista central de la carpa, puede recogerse en el techo, hacerse transparente para mostrar su interior o recibir proyecciones de fotos, dibujos o símbolos (el Potala, caravanas de yaks, lamas). Al principio de la función revela en su seno una manada de caballos completamente inmóviles.

A lo largo del espectáculo, de una hora y cuarenta y cinco minutos, las imágenes inolvidables se sucederán: caballos que se desparraman libres por la pista, galopadas salvajes con jinetes que se descuelgan acrobáticamente del lomo de los animales, montan sobre dos de ellos o componen vertiginosos pilares humanos; tropas de demonios himalayos con máscaras de calavera, chamanes que bailan danzas hipnóticas... Bartabas aparece como un monje errante a lomos de un zaino para ejecutar ensimismado unos movimientos haute école de belleza obsesiva que en el contexto adquieren calidad de ejercicios zen. Una diosa azul de pechos desnudos y con un cetro que sugiere el tridente de Siva en la mano evoluciona con un asno (Narthex, un veterano de la compañía) componiendo una estampa de sabor hindú; un efebo a caballo alimenta a una tropa de treinta ocas que le siguen con nívea disciplina trompeteando en contrapunto de las trompas de cobre de los monjes. Todo ello en escena tiene una calidad y un ritmo rituales y una estructura circular que proporciona al conjunto la calidad de un mandala viviente. En un momento del espectáculo, los jinetes aparecen de entre el público ataviados de calle y en el borde de la pista se van desnudando y revistiendo con ropajes de nómadas. Montan en sus caballos enjaezados y se entregan, tribu gozosa e irreductible, émulos de los guerrilleros khambas que aterrorizaron a los chinos, a un galopar desenfrenado, un canto a la libertad que inunda la carpa de un profundo, ácido y bestial aroma equino y genera una embriagadora corriente de aire: los caballos de viento.

Al día siguiente, con un sol radiante que parece disipar las brumas himalayas conjuradas en la noche, en las pequeñas carpas de entrenamiento del Zíngaro su director presenta un aspecto magnífico, algo intimidatorio con las altas polainas. Luce espuelas. Bartabas toma asiento junto a su rutilante caravana verdirroja. Abre con un tenedor una botella de agua y enciende un cigarrillo. "Estuve cuatro días en el remoto monasterio de Gyuto, para seleccionar a los monjes que trabajarían con nosotros", dice. Y explica las dificultades para aplicar los métodos artísticos occidentales con ellos y cómo observó manifestaciones de teatro popular tibetano que ha traslado a Loungta. La idea de origen, como siempre en Zíngaro, no era muy precisa, sino instintiva: simplemente, acercarse a la cultura tibetana en pos de una música, que proporcionaría también un ambiente, una respiración, un ritmo, el espíritu de la obra. En Loungta hay elementos ceremoniales tibetanos, pero no una historia.

Un momento del espectáculo <i>Loungta,</i> del teatro ecuestre Zíngaro, que acogerá el Fórum de Barcelona.
Un momento del espectáculo Loungta, del teatro ecuestre Zíngaro, que acogerá el Fórum de Barcelona.A. POUPEL

Espíritu universal

Bartabas exhibe un talante muy Fórum, y no sólo por la defensa de los tibetanos, que le cuesta a la compañía, dice, una carta de protesta del consulado chino en cada ciudad en la que actúan. "Nosotros, Zíngaro, también tenemos una cultura propia, hemos inventado una manera de vivir y de trabajar -un arte de vida si se quiere- hasta el punto de que ante uno de nuestros espectáculos es imposible decir cuál es nuestra procedencia, de dónde somos". El director considera que buena parte de ese espíritu universal de la compañía y de apertura a otras culturas se debe a los caballos: "Hay algo universal en el trabajo con el caballo. El caballo está siempre en el inconsciente colectivo".

Para él, el caballo es un instrumento como puede serlo el suyo para un músico. "Los espectáculos de Zíngaro no son para ver caballos, sino para ver la relación del hombre con el caballo. El caballo es un espejo, te da lo que tú eres capaz de dar, sumisión o amor". El artista acepta que Loungta es muy Fórum. "Creo que es más elocuente que una conferencia sobre diversidad, y lo que hay detrás, la reivindicación de un tipo de vida, el respeto a los animales, y el budismo con su noción de paz, está en la línea de la cita".

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_