Triunfo de Jesuli de Torrecera
Jesuli de Torrecera tomó ayer la alternativa en Sevilla y le cortó las dos orejas al último de la tarde. La verdad es que no está mal para empezar. Cuando el presidente sacó el segundo pañuelo, el chaval dio un brinco de exultante alegría porque, posiblemente, ayer se jugaba el ser o el no ser en su carrera.
Se puede discutir si el premio es exagerado, pero lo que no tiene discusión es la actitud del torero, que desde que el toro salió por chiqueros demostró una magnífica disposición, unas enormes ganas de triunfo y, sobre todo, un cuidado especialísimo en hacer las cosas bien que merecen, al menos, el respeto de todos.
Y se puede discutir el premio porque no hubo toreo con la izquierda, que es el toreo fundamental y, por tanto, un ingrediente básico de esta historia de héroes y artistas. Lo intentó, pero el toro, agotado, decidió no colaborar.
Zalduendo / Ponce, El Juli, Jesuli
Toros de Zalduendo, bien presentados, cumplieron en los caballos, muy blandos -4º y 5º, inválidos- y nobles en la muleta; manso y distraído el 1º y bronco el 2º. Enrique Ponce: pinchazo y estocada (ovación); estocada baja (silencio). El Juli: estocada (ovación); media tendida y un descabello (silencio). Jesuli de Torrecera, que tomó la alternativa: pinchazo, media tendida -aviso- y tres descabellos (silencio); estocada desprendida perdiendo la muleta (dos orejas). Salió a hombros por la puerta de cuadrillas. Plaza de la Maestranza, 28 de abril. 14ª corrida de feria. Lleno.
No hubo naturales, quede claro, y ésa es razón suficiente para no conceder el segundo apéndice. Dicho lo cual, debe quedar claro y alto que toda su labor estuvo presidida por el buen gusto, por la ortodoxia, la elegancia y el sabor de toreo del bueno.
Recibió al toro con verónicas muy vistosas, con las zapatillas asentadas, las manos bajas y la pierna contraria adelantada. Y las remató con dos medias de categoría. A renglón seguido lo llevó al caballo con un precioso galleo por chicuelinas que despertó el entusiasmo. El animal empujó con fijeza en dos puyazos y llegó a las banderillas sin la codicia deseada.
Comenzó la faena con ayudados por bajo muy garbosos. Recuperada la figura, cruzado y con la suerte cargada, dibujó tres tandas de redondos largos, hondos, y con el toro embebido en los vuelos de la muleta. Fue una labor sentida, emocionante, llena de empaque y sensibilidad. Fue la faena de un joven torero con ansias de triunfo. Se tiró sobre el morrillo del toro y cobró una estocada desprendida que provocó una muerte fulminante. La plaza se llenó de pañuelos, y se sacó la espina de su mediocre actuación ante su manso y descastado primero.
Hubo otro factor a favor de Jesuli. Toreaba con las llamadas primeras figuras del toreo actual, que fracasaron sin paliativos. Ponce y El Juli dejaron en entredicho su liderazgo y su capacidad lidiadora y artística. Vulgares, ventajistas y sin ideas, dieron la impresión de tener la ilusión perdida o estar de vuelta. Exigentes ellos como figuras, ninguno de los dos estuvo a la altura de las circunstancias.
Ponce se encontró con un primer toro de embestida bronca y molesto cabeceo al que toreó despegado y abusando del pico en muletazos astrosos y destemplados, sin dominio y sin recursos para superar las dificultades. Noble era el cuarto y de escaso recorrido, y Ponce se colocó siempre al hilo del pitón, fuera de cacho, y, lógicamente, todo resultó desabrido y pesado.
Y El Juli tampoco tuvo su tarde. Noble y de dulce embestida fue su lote, pero no fueron razones suficientes para que el torero despertara emoción alguna. También usó el pico sin rubor y, al igual que su compañero, se colocó al hilo del pitón. En conclusión, dio muchos pases que sólo dejaron al descubierto sus defectos. Por contra, lanceó con elegancia a su primero a la verónica y realizó un quite ajustado por chicuelinas en el otro.
No quiso banderillear a sus toros, lo que posibilitó que el respetable se deleitara con un magnífico par de José Antonio Carretero, en cuyo honor sonó la música. Decididamente, a El Juli no le acompañaba ayer la ilusión. Ni a Ponce, y así les fue a los dos.
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