El doble filo de la nueva Europa

La nueva dimensión de la UE con la incorporación de 10 países del Este y del área mediterránea supone aumentar en 75 millones de habitantes el mercado interior europeo. Para España, tradicionalmente ajena a estos territorios, se abren nuevas oportunidades en sectores tan importantes como las infraestructuras, el automóvil, o el turismo. Sin embargo, según las Cámaras de Comercio, sólo un 5,5% de las empresas españolas tiene intención de invertir en los países de la ampliación, y únicamente un 7,8% espera potenciar sus ventas en la zona.

Casi una de cada dos empresas industriales piensa que le afectará, ya que se amplían también las posibilidades de deslocalización de las industrias en busca de costes y salarios más bajos. Se trata pues de un riesgo y una oportunidad al mismo tiempo.

Además de las infraestructuras, la Comisión Europea calcula que en los países de la zona son necesarios 90.000 millones de euros de inversión en redes de transportes. Una veta que ya se ha empezado a aprovechar. Hace unas semanas, Ferrovial se adjudicó a través de su filial en Polonia, Budimex, la construcción de un paso fronterizo con Rusia por 8,7 millones de euros, y Acciona construirá una autovía por valor de 22,5 millones.

Por países, Polonia, Hungría y la Chequia acaparan la mayor parte de los intercambios comerciales entre España y los nuevos socios de la UE. Polonia, según el último informe del grupo inversor Litexco, pese al aumento registrado en los últimos años, sólo recibe productos y servicios españoles por valor de 1.400 millones de euros, muy por debajo de los 14.300 millones de euros que venden las empresas alemanas. Eslovaquia y Eslovenia son los que han demostrado más interés por España -el 3% de sus importaciones son productos españoles-, mientras que las repúblicas bálticas apenas superan el 1% en cada caso.