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Reportaje:

Como unos quinceañeros

La residencia Santa Teresa de Jaén celebró ayer el matrimonio de dos ancianos de 77 y 85 años

Entre los ancianos de la residencia Santa Teresa de Jaén, la sorpresa fue mayúscula cuando dos de sus compañeros, Encarna La Rosa, de 77 años, y José Hervás, de 85, les comunicaron que estaban invitados a su enlace nupcial. En un primer momento fueron muchos los que bromearon con la noticia pero, después de 10 meses de noviazgo, la pareja contrajo matrimonio ayer en la capilla de la residencia de Santa Teresa, un centro dependiente del Instituto Provincial de Asuntos Sociales (IPAS).

Aunque ambos residían bajo el mismo techo desde el año 2000, José no se atrevió a pedirle la mano a Encarna hasta el verano pasado, durante unas vacaciones que la residencia organizó en Matalascañas (Huelva). José, que es viudo, recuerda que siempre eran los últimos en abandonar el salón de baile. "Una noche le pregunté si se quería casar conmigo y ella no me dijo nada. Y a los pocos días le insistí, porque no está la cosa para estar esperando durante mucho tiempo", bromeó. Desde entonces, los compañeros sólo les recuerdan cogidos de la mano y prodigándose en caricias y besos. "Son peores que los quinceañeros", comentó entre risas José Gómez, un amigo.

La novia, con un traje azul y sin olvidar algo nuevo y prestado tal y como manda la tradición, apareció del brazo de uno de los hijos de la familia que ella crió y con la que convivió durante 40 años en Madrid. "Son como mi familia, aunque ahora ya tendré un marido", declaró minutos antes de dar el "sí quiero". Un coro rociero amenizó una ceremonia en la que José sólo tenía ojos para su futura mujer. "Está guapísima", decía una y otra vez mientras ella le daba la mano.

Durante toda la jornada, en Santa Teresa se respiró vitalidad y, sobre todo, mucha ilusión. El resto de residentes, los trabajadores y amigos abarrotaron la capilla. En total, cerca de 200 invitados disfrutaron del banquete y el baile que se celebró en la misma residencia. Sólo faltó el arroz, que fue sustituido por pétalos de rosas blancos y que fueron arrojados por los invitados cuando los recién casados abandonaron la capilla.

El responsable del centro, Juan José Peinado, recordó cómo acudieron a él para pedirle consejo. "Les costaba dar el paso definitivo. Nosotros sólo les dimos el último empujón y nos pusimos a su disposición", comentó el director, que actuó como testigo. "No debería ser algo excepcional, pero hay una visión distorsionada sobre la tercera edad. La sociedad los invalida hasta el punto de creer que ellos no pueden sentir o desear. Y aunque suena a tópico, el amor no tiene edad", añadió Pulido.

José y Encarnación fueron los reyes del baile tras el almuerzo. Por la noche, una sorpresa. Alguien les había reservado habitación en el Hotel Infanta Cristina, el punto de partida de su luna de miel en Madrid. "No veo la hora de pasear con mi marido por El Retiro", adelantó Encarna sin ocultar la emoción.

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