"Escojo las canciones que tienen algo que ver con mi vida"
El mundo de las cantantes de jazz parece estar adoptando la fórmula de éxito rápido que hasta hace poco se creía exclusiva del rock y el pop -bastan los ejemplos fulminantes de Diana Krall y Norah Jones-, pero también existe un nutrido grupo de vocalistas que prefieren desarrollar su carrera sin ambiciones prematuras. Dianne Reeves (Detroit, Michigan, 1956) es una de las grandes de ese cónclave paciente cuya obra parece más destinada a finos degustadores que a grandes masas. El entrañable trompetista Clark Terry la descubrió a los 16 años, cuando todavía cantaba en la big band universitaria, y desde entonces ha seguido una curva ascendente que ha desembocado en la obtención del Grammy a la mejor cantante de jazz. A Coruña (mañana en el Palacio de la Ópera, dentro del pequeño ciclo organizado por la Fundación Barrié) será la única ciudad española que tendrá el privilegio de escucharla.
"Si se capta la esencia de la música, no importa qué instrumento se toque"
"No podía creer que iba a grabar con Herbie Hancock, Hubbard y Williams"
El origen estilístico flexible de Dianne Reeves se refleja en discos tempranos, como For every heart o Welcome to love, apenas discretos testimonios que todavía muestran a una artista que practica como posibilidad más viable una forma de pop y músicas étnicas aptas para todos los públicos. Después de participar en sendas giras con Sergio Mendes (1981) y Harry Belafonte (1984), Reeves ascendió en el escalafón cuando colaboró con el omnipotente Quincy Jones en el Festival de Montreux de 1991. La experiencia adquirida en aquellos años con músicos y grupos de distinta orientación fue una de las principales bazas para que Reeves fichara por el sello Blue Note.
"Lo cierto es que me siento afortunada", dice Reeves. "Un día, mi agente me citó para que Belafonte me escuchara. Canté My funny Valentine con el propio Harry al piano. Creo que aquel arreglo fue el principio de mi despegue. Años después, participé en un concierto en homenaje a Duke Ellington en Los Ángeles y tuve la suerte de que Bruce Lundvall [presidente de Blue Note] se encontrara entre la audiencia. Me dijo que quería grabar conmigo enseguida y que ya puntualizaríamos más adelante los detalles. Cuando llegué al estudio no podía creerme que los músicos con los que iba a grabar eran Herbie Hancock, Freddie Hubbard, Tony Williams y otros nombres gigantescos de la historia del jazz".
Con esa compañía y la ayuda de un repertorio variado que también lanzaba guiños nada disimulados al rhythm & blues, no es extraño que el resultado final obtuviera una acogida entusiasta, aunque no sólo fue el selecto trabajo de los instrumentistas lo que llamó la atención de aquel primer disco Blue Note de Reeves: la cantante mostraba en Better days la huella orgullosa de su gran influencia, Sarah Vaughan: perfecto sentido del tempo, tesitura envidiable y timbre de voz dúctil pero profundamente jazzístico. "Por supuesto, ahora me siento más madura que entonces", afirma. "Creo que he asimilado bien lo que he vivido y eso me hace sentirme más confortable con las canciones que interpreto. Sólo escojo las que tienen que ver algo con mi vida pasada o presente, de una u otra manera". Ese involucrarse por completo en cada compás parece ser el punto clave para Reeves. Por eso, cuando se le sugiere que apunte algún error en las "nuevas" cantantes, insiste en no señalar ninguno en concreto. "No hablaría de errores en sentido categórico", aclara. "Diría más bien que son factores dependientes de la comprensión incorrecta o incompleta del significado de una canción determinada. Cada una es un mundo. De hecho, Diana Krall me parece una excelente cantante y pianista. Posee verdadero instinto jazzístico y ha conseguido una perfecta empatía con su trío. No me parece raro que triunfe".
Reeves, como muchos otros músicos de jazz, prefiere hablar de sonidos más que de notas. "No importa qué instrumento se toque. Si se conoce la música y se capta su esencia, lo de menos es si se está usando un teclado acústico o eléctrico". Esa misma falta de prejuicios reaparece en los repertorios que Reeves elige para sus discos y conciertos: clásicos jazzísticos antiguos y modernos, aires brasileños, pinceladas étnicas, boleros y algún tema escrito por Leonard Cohen, Joni Mitchell y otros visitantes pop habituales del ámbito del jazz.
Está previsto que en A Coruña Reeves se acompañe de la misma espléndida sección rítmica, formada por Peter Martin (piano), Reuben Rogers (contrabajo) y Gregory Hutchinson (batería), que participa en el disco que le ha valido el Grammy a Reeves. No conviene perdérselos porque la cantante reconoce que se encuentra cada vez más cómoda en su casa de Denver y dosifica las giras largas. "Después de todo, pasar más tiempo con los tuyos también es otra forma de interpretar el arte y la vida", concluye.
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