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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Al compás de la ballesta

Callús, un pequeño pueblo del Bages de poco más de 1.400 habitantes situado a orillas del río Cardener, entre Manresa y Súria, homenajeó el fin de semana pasado a Pere Obiols, Peret. El Peret de Callús poco o nada tiene que ver con el inventor de la rumba catalana, más allá del apodo. Apasionado del motor en todas sus modalidades, capaz de enloquecer con sólo oler una gota de gasolina, Peret está considerado uno de los mejores ballesters que ha dado el pueblo en los últimos años. Nadie recuerda tirar la ballesta con la maestría, el arte y la plasticidad con la que la despliega él. La ballesta es un artilugio plegable y extensible formado por tablas de madera con el cual se hacen llegar flores a las ventanas y los balcones de las casas en las caramelles. El tributo se le rindió el domingo. La Colla dels Grans de los caramellaires de Callús -también está la de los pequeños, va por edad- paró la cantada final, leyó un poema en agradecimiento a su "esfuerzo y entrega", y le obsequió con la ballesta más larga del pueblo. Visiblemente emocionado, aunque sin abandonar su semblante imperturbable a lo Clark Gable, Peret colocó su ballesta en lo más alto para regocijo de los allí presentes y la cerró con la suavidad que sólo proporciona una experiencia de 27 años.

Las 'caramelles' se viven como una fiesta mayor, mucho más que la oficial. En Callús, uno tiene la sensación de estar en el ombligo del mundo

Las caramelles se viven en numerosos núcleos rurales de Cataluña como una auténtica fiesta mayor, mucho más que la oficial. En Callús, además, uno tiene la sensación de estar en el ombligo del mundo: están convencidos de ser los mejores y no deján nada al azar.

Con los estómagos hinchados de los excesos navideños, una comisión de poco más de una docena de amiguetes treintañeros empieza ya con los preparativos. "¿A alguien se le ocurre algo para que la gente participe más?". Éste es el principal quebradero de cabeza que sacude cada año a los organizadores de la fiesta, explica Ferran, uno de los cabecillas. Él y un par más escogen las canciones. A tres voces y con orquesta. Cada año son distintas. Una sardana y un vals de Pascua, lo que marca la tradición. Además hay otra sardana, "la de Callús", como dicen en el pueblo. Caramelles a Callús es una sardana con letra del filólogo Pere Fons, callusense, y con música del maestro Martirià Font. Desde que se compuso y se entonó por primera vez, hace más de diez años, se interpreta en la cantada final. Luego hay que afinar con los bailes (danzas populares catalanas), preparar un millar de flores, programar las actuaciones... Cuarenta durante la tarde del Sábado de Gloria por las casas de payés de los alrededores y otras tantas el Domingo de Resurrección, ya por el núcleo urbano. El recorrido incluso está cronometrado. Tal dedicación obedece a una obstinación compartida por todos los caramellaires: pasar un buen rato y "hacer las mejores caramelles". La provocativa aseveración tiene un claro destinatario: Súria. El pique con el pueblo de la televisiva Beth traspasa los terrenos de fútbol.

Las caramelles en Callús han estado siempre marcadas por cierta dosis de rivalidad. También ideológica. A partir del año 1926, en plena dictadura de Primo de Rivera, cada bando tenía sus propias caramelles. Los conservadores cantaban en la Sociedad Recreativa Unión Patriótica, que tras la dictadura pasó a llamarse Sociedad Recreativa la Alianza. Eran conocidos como "los de arriba", porque el café donde se reunían estaba en lo que antiguamente era la parte alta del pueblo. "Los de abajo", progresistas, se agrupaban en la Florida Callusense, que cambió el nombre por el de Catalunya Nova. Con la República, la participación de las mujeres en las caramelles fue una realidad, aunque después de la Guerra Civil la fiesta volvió a ser cosa de hombres hasta la década de los sesenta. Tras un breve paréntesis por la guerra, un año después de terminar el conflicto se permitió cantar nuevamente caramelles. Y en catalán, gracias a un permiso especial del alférez que mandaba la segunda compañía del batallón 125, "teniendo especial cuidado en que la letra no contenga ni directa ni indirectamente nada de carácter separatista o marxista".

A pesar del origen religioso de la celebración (la resurrección de Cristo), en las letras de las caramelles han predominado tradicionalmente temas profanos, como la llegada de la primavera y el coqueteo. Incluso algunas composiciones ironizaban sobre los acontecimientos de la época. Víctor Joan, uno de los caramellaires que de vez en cuando echan una mano en la organización, me comenta entre canción y trago de mistela -la mistela en las caramelles viene a ser como el rom cremat en las habaneras- que prefiere una versión "más transgresora" que ha leído de Joan Amades. Sitúa el folclorista los inicios en una tomadura de pelo "del rey de los barceloneses" al "rey moro" el Sábado de Gloria cuando éste tenía rodeada la ciudad sin poder entrar. Al comprobar la gente de Barcelona que los moros se marchaban, se echó a la calle a divertirse y a cantar en grupos a cambio de víveres. La costumbre todavía subsiste y se llama caramelles.

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En Callús las caramelles son de color rojo y blanco, y huelen a esparto y pólvora.

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