_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Porosidad

Dígase lo que se diga, el terror político, todo él, ha adquirido una nueva dimensión en España. Lo ha hecho en Europa, desde luego; pero pienso en España y en el País Vasco. Y pienso en ETA, evidentemente. Pienso en lo que de global tiene todo esto, y en lo que tiene de particular.

¿Salta a la vista? Pudiera. Pero no todo el mundo nos hemos enterado, y haremos barbaridades porque sí, por ignorancia. Porque hemos abandonado -colectivamente- la inteligencia sobre lo que son las sociedades: sobre su historia y su presente. Porque nos hemos enzarzado en minucias sobre Carlos III o Sancho III el Mayor. (No sé si les suena la Real Academia de la Historia, el PNV, Pilar del Castillo y la Editora Erein). Tampoco valen en esto expertos, no valen convencidos, sólo cuenta el contacto con el fluir de la vida; sólo cuenta el saber general que impregna capilarmente a cada uno de nosotros. Y ése, ése sí, nos falta. Nos lo están (estamos) hurtando.

Pero vayamos a lo que íbamos. Lo que antes era una lacra pendeja que arrastraba nuestra democracia desde aquél momento en que la dictadura perdió su nombre, se ha transformado ahora en asunto global que traspasa las fronteras. Hace tiempo que la sociedad occidental se ha dividido en subgrupos con sus culturas, obsesiones, redes sociales y medios de comunicación. Nada es estrictamente de aquí o de allá. Podemos compartir coches los coreanos y los bilbaínos o podemos compartir la Coca Cola.

Esto es así. Pero, además, circulan otros canales de solidaridad y disidencia. Podemos cartearnos con amigos, sin habernos visto nunca (o apenas un triste verano), del condado de Kent en Inglaterra o de Johannesburgo. Todo eso existía, lo sabíamos, lo practicábamos. Atxaga tomaba sus historias desde Centroeuropa a China; Javier Muguruza (Hain Guapa Zaude, Enegarren Postala), de Kiko Veneno a los sones caribeños. Somos una sociedad porosa y desubicada, cosmopolita y desarraigada, con todo lo bueno y lo malo que ello tiene. Somos una sociedad muy incardinada en una geografía y muy receptiva, con todo lo bueno que eso tiene; o no. En todo caso, somos todo eso.

¿Y el terror? ¿Y ETA? No, amigo, ése tampoco escapa a nuestra desubicación y a nuestra receptividad. A la porosidad del mundo de hoy. El terrorismo atraviesa fronteras: eso nos toca. Ya no, ya no volveremos a ser esa siniestra y extraña lacra de la democracia española desde que la dictadura perdió su nombre. No, ya no.

Las ondas expansivas de Atocha (11-M) han atravesado todos las capas de nuestra sociedad. Quien ha sido capaz ha recapitulado. A los otros les llevará la riada.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

ETA ha tenido dos cortes decisivos: aquél 12 de julio de 1997 en que asesinó depravadamente a un joven inocente, Miguel Ángel Blanco (todo lo que se diga es retórica), y este 11 de marzo. El terror ha atravesado las fronteras. Somos, afortunadamente, una sociedad porosa.

¿Es nihilista el terror islamista (André Gluksman)? ¿Busca algo preciso ETA? Importa poco. Unos elevan la propia muerte a la categoría de auto-inmolación por acceder al Séptimo Cielo. Otros no. Pero los hay también que sucumben por las voces ancestrales. En todo caso, no hay objetivo, no hay razón (salvo que se la vayamos dando, que les hagamos el discurso... y que cada cuál se tiente los bolsillos). Y esa onda expansiva ha atravesado a todas nuestras subculturas. No se volverá a matar sin que todo lo experimentado vuelva a la memoria. Quien mate sabrá que sus secuaces guardan en la retina cuerpos reventados, mutilados, deshechos. Quien mate no escapará a esa idea transversal que nos produce horror, a todos. Quisiera traspasar estas páginas, atravesar nuestra subcultura de gente sensata y razonable. Que la idea de que "matar es una desgracia insondable" se desparramara como confetis en otros espacios, otras culturas, otros ámbitos de visión.

Pero esto es improbable. ¿Llegará? Llegará. Nuestra sociedad es porosa.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_