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Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Como un latido

Una de las mejores cosas de la Semana de Música Religiosa de Cuenca es su tradición de estrenar composiciones nuevas especialmente encargadas y, en general, escritas en lo que podríamos llamar su espíritu. La primera de las tres de este año pertenece a José María Sánchez Verdú (Algeciras, 1968), quien en el encuentro que precedió al estreno aclaró que cada vez le gusta menos hablar de sus obras, que éstas se explican solas. A pesar de ello, salieron a colación la caligrafía y la permeabilidad de las culturas islámica, hebrea y cristiana, las Lamentaciones de Jeremías y la poesía de Paul Celan. Todo eso está en Tenebrae (Memoria del fuego). Es como un latido que crece desde lo ritual y lo hímnico hasta hacer converger todos sus elementos en la cercanía de la revelación. El papel del coro es esencial, pero igualmente el de los instrumentos de viento soplados sin producir nota alguna o la percusión concentrada como continuo. El resultado es de una belleza turbadora, produce la inquietud de la búsqueda pero admira precisamente por su doble capacidad de emoción y de anhelo. Hay ya mucha sabiduría en esta música que debiera pasar sin problemas al repertorio de nuestras orquestas, mucho dominio y una personalidad indudable que confirma el buen momento de nuestros compositores que rondan los cuarenta.

Música Religiosa de Cuenca

Orquesta Nacional Checa. Coro de Cámara de Praga. Director: Ondrej Lenard. Obras de Dvorak y Sánchez Verdú. Auditorio, 4 de abril.

La más que notable Orquesta Nacional Checa y el formidable Coro de Cámara de Praga ofrecieron una lectura cuidadosa de la obra de Sánchez Verdú y sorprendieron muy gratamente con el Salmo 149, la Misa en re mayor y el Tedéum de Dvorak. Dieron a estas piezas religiosas del autor checo, tan poco escuchadas, una carnalidad, un aroma del terruño, una frescura popular que recordaba por momentos a un Janácek antes de tiempo. Ondrej Lenard se mostró como uno de esos maestros humildes y entregados, honrados a carta cabal, que saben sacar partido a lo que tienen con admirable destreza.

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