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Reportaje:FÚTBOL | Liga de Campeones: vuelta de los cuartos de final

¿A quién le importa el balón?

Morientes y sus compañeros del líder de la Liga francesa se sienten "muy solos" ante la nula proyección de su trabajo entre los habitantes del Principado, que colman su interés deportivo con su carrera automovilística anual de fórmula 1

En la pequeña superficie de Mónaco, de 21,5 kilómetros cuadrados, un montón de apartamentos de lujo encajonados entre el mar Mediterráneo y las montañas, a casi nadie le importa un ápice el fútbol.

Ramos, defensa central argentino del equipo que tutelan el príncipe Rainiero y su hijo Alberto y que esta noche se enfrenta al Madrid, tiene que detenerse a pensar cómo definir al público monegasco. Finalmente, tras un momento de vacilación, sonríe y tan sólo acierta a pronunciar una palabra: "Sorprendente".

En el Principado viven 30.000 personas, de las que sólo 8.000 tienen la ciudadanía. En el paseo marítimo que forman los bulevares Princesa Gracia y Louis II se amontonan coches despampanantes. Hay dos concesionarios de Rolls Royce. En uno de ellos venden estos días un Bentley de segunda mano. Cuesta 240.000 euros.

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"La verdadera afición está en los pueblos del interior", asegura un hombre que deambula por el muelle; "aquí, la verdad, no es precisamente que nos preocupemos mucho por el fútbol".

El estadio Louis II se encuentra en uno de los confines del territorio. Si no fuera porque la zona a explorar es muy limitada, sería imposible de localizar. No hay un solo cartel que indique dónde se halla, la dirección que tomar. Tiene una capacidad para 18.000 espectadores. Quizá hoy, con Zidane y compañía en el cartel, sea diferente, pero lo cierto es que no se ha llenado en lo que va de temporada. Y eso que el Mónaco es el líder de la Liga francesa con un punto de margen (64 por 63) sobre el Olympique de Lyón.

"Es un inconveniente, una desventaja respecto a otros clubes", reconoce Didier Deschamps, el ex valencianista que dirige ahora al conjunto monegasco; "es imposible no ver el cemento de las gradas". Después, antes de soltar una carcajada, concluye: "Seguro que en toda la historia del conjunto no ha jugado un solo monegasco en sus filas. El fútbol no tiene tirón".

En efecto, los chavales del cuadro filial no quieren decir de dónde son. Es un tema tabú. Pero ninguno vive en el Principado. "Aquí sólo viven millonarios", resume uno rubio, con un pendiente, que también se niega a dar su nombre.

En las prácticas del primer equipo, en los campos de entrenamiento del pequeño pueblo serrano de La Turbie, apenas hay cuatro aficionados curiosos. Jerome, uno de ellos, viene de una población lejana del interior. "Nos reunimos entre dos y ocho seguidores por sesión". "Nos ha hecho mucho daño el ascenso del Niza", reconoce Deschamps. Esta ciudad, con cerca de medio millón de habitantes, se encuentra a tan sólo 25 kilómetros y capta más a los balompédicos.

Luciana atiende las mesas de una pizzería. Dice, cómo no, que no le gusta el fútbol, pero matiza que "ahora todos están como locos con el conjunto". Sin embargo, los detalles la contradicen. En un reciente encuentro de Copa nadie caminaba por las calles con una banderola del Mónaco. Las que se veían eran del rival. Y no es por que esté fuera un modesto tercera infravalorado. Ayer sólo se aireaban las blancas de los aficionados madridistas desplazados aprovechando la tregua laboral de la Semana Santa.

"La gente local va al fútbol como si fuera a la ópera o al teatro", sentencia el medio centro griego Zykos, que continúa: "Eso es bueno por una parte, ya que no tenemos la más mínima presión. Pero también es malo porque nos sentimos solos en el césped".

"Nadie se preocupa por los futbolistas en Mónaco", argumenta el español Morientes, "y a veces te da un poco de pena que no se reconozca nuestro trabajo en la ciudad".

La población sólo reconoce como verdaderamente suyo el Gran Premio de Fórmula 1. Los restaurantes están llenos de motivos conmemorativos de ese evento. De los fútbolísticos, ni rastro. De hecho, en la página web del Principado hay una entrada para la carrera y ninguna referencia del equipo de Deschamps. La excepción es un pequeño bar en la carretera que lleva a Niza y ya en los lindes de Mónaco. Está empapelado con motivos del club.

"Acá no hay pasión", resume el centrocampista argentino Bernardi; a veces te sientes raro en el campo". Ramos apostilla: "Si vienes de Argentina, te quedas de piedra viendo cómo reacciona el público".

En el puerto atracan los yates. Por los paseos se exhiben actores, modelos, deportistas de élite que huyen de sus fiscos nacionales. En el casino cambia el dinero de manos. "No hay tiempo para el fútbol", certifica el patrón de un velero.

Un coche pasa ante el casino de Montecarlo en una edición de la carrera de fórmula 1.
Un coche pasa ante el casino de Montecarlo en una edición de la carrera de fórmula 1.ASSOCIATED PRESS

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