_
_
_
_
MATANZA EN MADRID | Las víctimas

WIESLAW y PATRICIA RZACA / Un hombre que decía lo que pensaba, y su hija, un bebé que no lloraba

Wieslaw, de 34 años, polaco y trabajador de la construcción, era un hombre directo, de ésos que dicen siempre lo que piensan. "No se andaba con cuentos. A lo mejor hablaba de un par de cosas solamente, pero lo que decía era lo que pensaba, y punto", recuerda su cuñada Kati. Llegó a España hace ocho años. En Polonia dejó a Yolanda, su novia. Pero al cabo de un año vino ella y a los seis meses se casaron aquí.

A Wieslaw le gustaba comer, sobre todo dulces. De España le encantaban el jamón y el marisco. Y en los fogones era el que mandaba. "Si tenía tiempo, cocinaba siempre y lo hacía muy bien", dice Kati. También solía ir de compras. Y era capaz de llevarse a casa cualquier tontería.

Más información
Vidas rotas / y 19

Wieslaw y Yolanda tenían una hija, Patricia, de siete meses. Vivían en un piso muy cerca de la estación de Entrevías. A diario, la familia madrugaba para tomar el cercanías hasta Atocha. El matrimonio dejaba al bebé en casa de una amiga y después se iba al trabajo. Yolanda, que es asistenta, ha salvado la vida. Está ingresada grave en el hospital Clínico.

Los Rzaca pensaban volver a Polonia dentro de unos meses. Acababan de pagar, con los ahorros de España, la hipoteca de una casa muy cerca de Varsovia. "Es antigua, grande y con jardín. La estaban arreglando", dice Kati.

Wieslaw y Yolanda habían intentado durante mucho tiempo tener un hijo. Hace ocho meses nació Patricia. Y a Wieslaw se le caía la baba con ella.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Patricia parecía tener más de siete meses, de lo grande que estaba. Era muy espabilada para su edad, rubita y con unos ojos azules inmensos. Era en lo primero en lo que se fijaba la gente, en los ojos. Sus padres le habían puesto una pulserita de oro con su nombre escrito en ella. Por las mañanas la abrigaban con un mono azul y le colocaban un gorrito.

Nunca lloraba, ni siquiera por las noches o cuando la pasaban de brazo en brazo. "Patricia era tan tranquila que nadie habría dicho que en esa casa vivía una niña pequeña", recuerda su tía. "Si había que cambiarle los pañales, Wieslaw y Yolanda lo hacían juntos".

Su madre le daba el pecho, pero hace poco Patricia había empezado a comer yogures y puré. Se reía todo el tiempo. Es la víctima más joven del 11-M.-

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_