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VISTO / OÍDO
Columna
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Francia cambia de piel

"Raz-de-marée", dicen: ha subido la marea de la izquierda en la segunda vuelta de las elecciones regionales y ha anegado el país. Como todavía conservan las formas, lo reconocen hasta los periódicos de la derecha, y Francia se encuentra hoy con una Asamblea, un Gobierno, y unos cargos que no responden a la ideología y las necesidades de la nación: y así será hasta 2007. No convocará Chirac elecciones anticipadas: los gobernantes sólo recurren a ello si piensan que en el futuro será peor. En todo caso, tres años más en el poder suponen mucho dinero para los suyos. Pueden hacer "reformas", o sea trampas. Puede salir Raffarin de la jefatura del Gobierno, pueden irse algunos ministros especialmente marcados por su derechismo, como el de Sanidad y el de Educación; puede subir el del Interior. Son especulaciones internas: caerán los que más roces han tenido con salarios, precios, desempleo, seguridad social, medicina pública: pueden imitar hasta cierto punto el programa socialista: robarlo, falsificarlo.

Del socialismo ha salido un hombre para el futuro: François Hollande, secretario general, a condición de que no crea que ha ganado él solo: lo ha hecho con los comunistas y los verdes y, sobre todo, por la desfachatez de la derecha, por la cara de Chirac. No olvidemos que las últimas elecciones las ganó Chirac por el miedo que creó. El "que viene el coco" es un grito conservador que sirve para asustar con un mal peor que ellos y crear una tensión social. Si no me aguantáis a mí, viene el comunismo, decían los papás y los abuelos de éstos de aquí. Casi todo poder actúa siempre así: Bush ha gobernado por el miedo al terrorismo, y Aznar ha estado con ello ocho años: hasta tal punto se ha alucinado él mismo con un terrorismo que no vio llegar a otro, y cae cuando quiere fingir que el que vino era el que él predecía. Chirac utilizó otro: el del viejo fascismo. Si no le votaban a él, llegaría Le Pen, fascista, torturador en Argelia, xenófobo, totalitario. No había ninguna posibilidad de eso. Esa derecha extrema no parlamentaria -la de Chirac, la de Bush, la de Aznar, son derechas extremas parlamentarias: hay quien ve diferencias- tiene ahora, como entonces, un 16% de los votos: ni uno más. No gobernará nunca. Bien, hay un momento en que la gente, los oprimidos y humillados se dan cuenta de que ese susto no es verdad: y derrotan a los salvadores de la patria. Aquí y allí. Pero ellos creen que volverán.

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