La transformación
Los Memphis de Pau Gasol siguen dejándonos atónitos. Su escalada parece no tener fin. El objetivo inicial se centraba en superar los números del curso anterior. Luego, las 41 victorias, límite que define a los ganadores. Más tarde, entrar por primera vez en los play-off. Finalmente, a falta de diez partidos, buscar la ventaja del campo en la primera ronda de esa fase, es decir, ser al menos el cuarto en la exigente Conferencia Oeste.
Estamos hablando de palabras mayores; de plantar cara y pelear con los vigentes campeones, los Spurs de San Antonio; de ver de cerca a los galácticos Lakers; de superar a un equipazo como Dallas.
¿Estamos tratando del mismo equipo que sólo ganó 28 partidos la temporada pasada? Evidentemente, no. Pero la diferencia no estriba tanto en los movimientos realizados en la plantilla, que han sido positivos y en los que se advierte la mano mágica de Jerry West -parecía una locura su tránsito de Los Ángeles a Memphis, pero sabía dónde iba-, sino en un cambio radical de mentalidad y objetivos. Una transmutación que le ha llevado desde lo errático hasta la enorme confianza con la que ahora desarrolla sus capacidades.
La trayectoria de Memphis es una prueba más de que el ánimo de un equipo da y quita victorias. Influye decisivamente en la concentración, en la intensidad, en la capacidad para superar los momentos críticos, en los miedos que siempre se tienen, en ver la botella medio vacía o, por el contrario, medio llena.
Visto lo visto, se puede afirmar que los problemas de los Grizzlies no eran por falta de talento, sino por cuestiones más relacionadas con el cerebro que con las piernas. Poseyendo parecido caudal de habilidades en sus filas, han dejado de ser conformistas, egoístas en alguno de sus componentes, incapaces de ganar los partidos que se resuelven en tres o cuatro jugadas, acomodados en una ciudad sin excesiva tradición baloncestística, con modestos objetivos y siempre planteados a medio y largo plazo.
Su futuro ha llegado antes de lo previsto y buena parte de culpa la tiene Gasol. No sólo por su rendimiento deportivo, sino también por su inconformismo e inagotable ambición.
Tanto en lo que refiere a sus retos individuales como a sus sueños colectivos, Pau siempre se ha saltado el guión, ha rebasado el límite de velocidad establecido por la lógica, se ha rebelado contra la realidad; no ha dejado de crecer, de querer más.
Lo conseguido no es más que un paso para alcanzar algo mejor. Es la historia de su carrera, que, al parecer, ha tenido mucho que ver con que, a día de hoy, Memphis haya cambiado radicalmente su cara y nos tenga sorprendidos habitando territorios inimaginables hace unos meses.
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