_
_
_
_
_
Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Piezas de un autorretrato

No hay muchos ejemplos semejantes al de un artista que haya desarrollado una trayectoria de más de dos décadas y que la haya concentrado en los últimos años de su vida, cuando ya contaba con 60 años. John Coplans (Londres, 1920-Nueva York, 2003) lo hizo. Comenzó interesándose por el arte a través de la pintura, con cuya práctica coqueteó durante algún tiempo. Pronto la abandonó para dedicarse a eso que los filósofos llaman el "mundo del arte", de su discurso crítico, sus instituciones museísticas y expositivas. Le cupo el honor de ser uno de los fundadores de la revista Artforum, dirigió galerías, museos, escribió ensayos y libros. Sin embargo, en 1979 decidió dejar a un lado todas esas actividades para inscribirse en el "mundo del arte" como artista.

JOHN COPLANS

Galería Visor

Corretgeria, 26. Valencia

Hasta el 20 de abril

No es de extrañar que estas fotos hayan sido saludadas desde el flanco de los defensores de un arte comprometido con la part maudite y la estética de lo abyecto

Ya esto resulta bastante extraño. Desde cierto punto de vista, podría entenderse como el producto de un cansancio, incluso de una cierta desconfianza respecto de la validez o el interés de todo ese inmenso mar de palabras en el que navega (y, se diría, muchas veces naufraga) el arte contemporáneo. Pero también podría tratarse de una especie de voluntad de radicalización interventiva, de una provocación conscientemente orientada a proponer caminos por la vía más inmediata.

De hecho, llama la atención el contraste entre su trayectoria como crítico y su itinerario como artista. La primera fue más bien ambivalente, casi siempre oscilante entre el formalismo y el pop (Judd y Warhol), entre la abstracción y la fotografía (Still y Weegee), entre el arte serial y la experiencia inconmensurable (Smithson). Como artista, sin embargo, Coplans no ha podido ser más directo y elocuente. Su opción ha sido la fotografía. Siempre en forma de autorretrato, primeros planos ampliados, a menudo en forma de dípticos o trípticos de gran formato, de partes de su propio cuerpo. Primero fueron sus manos y sus dedos, más tarde sus pies, luego sus piernas y su torso. Nunca, por cierto, la cabeza.

Ha sido Jean-François Chévrier quien ha subrayado las conexiones entre el trabajo de Coplans y las imágenes tardías de Philip Guston, tan llenas de carga personal y autobiográfica, de una peculiar intemporalidad, de juego entre la descripción objetiva, la narración y la fantasía onírica, de autoparodia y de provocación, de apelación a la capacidad empática del espectador. Con razón se habla a este propósito de una rehabilitación del concepto de lo grotesco.

Grotesco, en efecto, tiende a parecer a primera vista el empeño en presentar una y otra vez, con todo detalle, esas imágenes feístas de trozos del cuerpo desnudo de un vejestorio, ofrecidas además en los términos de unas cualidades táctiles emparentadas con la tradición de la escultura. El propio Coplans ha reconocido ese carácter pasablemente monstruoso que impregna la mayor parte de sus fotografías, de un organicismo descompuesto que nos confronta desde un mundo sin historia, de un cuerpo cuya vida se nos antoja escasa, extraña, incluso paradójica.

De algún modo, ese cuerpo

fragmentado tiene algo de regresivo. A través de su violenta abstracción, incluso a través de su estructuración en forma de montaje de elementos yuxtapuestos que se reflejan los unos a los otros, nos vuelve a remitir a aquel cuerpo originario del que hablaba Lacan como el propio del infans anterior a la fase del espejo, cuando todavía no es capaz de reconocerse como una totalidad individual. Parece como si ese cuerpo envejecido volviera a contemplarse, próximo a la muerte, como un amasijo de carne y de miembros inarticulados, de nuevo camino de lo Real que se halla del otro lado de la Ley. No es de extrañar que estas fotografías hayan sido saludadas desde el flanco de los defensores de un arte comprometido con la part maudite y la estética de lo abyecto. Esa epidermis endurecida, ajada y peluda, ese feo culo, esos testículos colgantes, ese decrépito torso masculino que se ofrece a la manera de una odalisca... En 2002, después del 11-S y poco antes de morir, un aterrorizado Coplans le comunicaba a Chévrier lo que por entonces veía: "Nada más que muerte y guerra, y bombas estallando". En cualquier caso, en esa especie de retrato del artista como cuerpo viejo no deja de resonar sordamente el antiguo mensaje: tua res agitur.

Imagen de la serie 'Body parts, número 2' (2001-2003), de John Coplans, que se exhibe en Valencia.
Imagen de la serie 'Body parts, número 2' (2001-2003), de John Coplans, que se exhibe en Valencia.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_