MARÍA LUISA POLO REMARTÍNEZ / Tan "apañadicas" las dos
María Luisa tenía 50 años, una hija de 18 años y una hermana melliza. Trabajaba en la Biblioteca Nacional. Había sido durante toda su vida ama de casa. Hasta que decidió apuntarse al paro un año. En agosto encontró su primer empleo en el guardarropa de la biblioteca. En navidades se terminó su contrato. La volvieron a llamar y apenas llevaría trabajando 15 días cuando sufrió el atentado.
"A ella no le hacía falta trabajar", indica su madre, María Luisa Remartínez, de 80 años. "Pero, claro, su hija era ya mayor y a ella el trabajo le servía de distracción y al mismo tiempo hacía amistades".
"Ella no solía coger esa línea. No sabemos por qué la cogió", añade María de los Ángeles, su hermana melliza. "Mi sobrina Soraya, la hija de mi hermana, me decía cuando vimos que no daba señales de vida: 'No te preocupes, tía, si mi madre no suele coger esa línea'. Ella prefería coger el autobús aunque hiciera dos transbordos".
No pasaba un año sin que María Luisa cogiera al menos cuatro veces el Talgo para visitar a su madre en el pueblo de Ateca, al lado de Calatayud. Le gustaban los bailes en la plaza, pasear por las mismas calles que le llevaban a las charlotás algunos domingos, enterarse de las últimas novedades, quién se casó y a quién enterraron.
La madre de María Luisa recuerda que el día en que más feliz la vio fue el de su boda. "Celebramos el banquete en un hotel de Calatayud. Vino la familia del novio desde Madrid y estaban muy contentos porque veían que era una chica muy formal. Se llevaba muy bien con su hermana melliza, no discutían nunca, tan apañadicas las dos".-

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