La ecuación fallida de Fuller
Elegido antes que Kobe Bryant en el draft de la NBA, el estadounidense afronta ahorael riesgo de quiebra del Tarragona
Cuando uno nace en un lugar llamado Fayeteville, pequeña localidad de Estados Unidos, la tentación de recurrir a un sencillo juego de palabras es inevitable, porque en eso se resume la trayectoria deportiva de Todd Fuller, jugador de baloncesto de profesión y matemático por vocación y estudios: una ecuación fallida. Destinado desde muy joven a ser una estrella mediática dada su doble condición de estudiante ejemplar y deportista modelo, a sus 29 años el paso del tiempo ha convertido a Fuller en un eterno emigrante que pena en la Liga LEB por evitar el descenso del Tarragona. "No nos pagaban desde mediados de enero, pero después de la rueda de prensa que dimos la semana pasada el viernes el club nos pagó un mes de nuestro sueldo", balbucea Fuller en castellano. "De todas formas, esto es normal aquí ¿no?", se lanza ya en inglés. "Hace dos años en Gijón, también hubo muchos retrasos en el cobro", explica.
Soltero y sin hijos a quien mantener, cuando Fuller terminó con honores su formación universitaria allá por 1996 nada hacía presagiar que sus 211 centímetros terminarían recalando en una competición menor europea. Estrella dentro y fuera de la cancha de North Carolina State, en su cuarto año en la universidad fue el máximo anotador de la ACC, una de las conferencias universitarias más fuertes, la misma en la que jugó Michael Jordan, y el segundo reboteador. Además, su expediente académico era más que brillante, sólo dos notables entre una marea de matrículas y sobresalientes, y rechazó la prestigiosa beca Rhodes para poder cumplir su sueño de jugar en la NBA. El Golden State Warriors le eligió en el número 11 del draft, por detrás de jugadores como Allen Iverson, Stephon Marbury, Ray Allen o Antoine Walker, y por delante de un quinteto de ensueño: Steve Nash, Kobe Bryant, Pedrag Stojakovic, Jermaine O´Neal y Zydrunas Ilgauskas, todos ellos auténticas estrellas de la liga. "Estoy orgulloso de haber sido elegido por delante de Kobe, aunque por entonces nadie sabía mucho de él, y de haber jugado cuatro temporadas en la NBA, pese a que me pasé más tiempo en el banquillo que en la cancha", cuenta resignado Fuller después de asegurar que, "a veces", está bien cobrar "un poco tarde". Como buen matemático, Fuller ha intentado buscar razones lógicas que expliquen su discreto rendimiento en la NBA, donde en 225 partidos sólo pudo promediar 11 minutos, 4 puntos y 3 rebotes por encuentro, pero todavía no las ha encontrado: "No sé por qué no tuve éxito, tampoco soy el primer elegido en una posición alta que fracasa, aunque si pudiera dar marcha atrás haría caso del consejo que me dio mi entrenador de High School", confiesa con un deje de tristeza. Ese entrenador era nada menos que Bobby Jones, integrante junto a Maurice Cheeks, Andrew Tonney, Julius Erving y Moses Malone de los míticos Sixers campeones en 1983, y sus palabras todavía resuenan en los oídos de Fuller. "Bobby me pidió que me quedase una temporada más en el colegio para madurar, sólo tenía 17 años cuando me fui", recuerda.
PJ Carlesimo, por entonces entrenador de Golden State y ahora asistente de San Antonio, tampoco confió en él. Lo mismo le sucedió con los entrenadores de sus tres posteriores equipos, Utah, Charlotte y Miami, entre los que destacan dos leyendas como Jerry Sloan y Pat Riley. "Ambos exigen mucho a sus jugadores, son competitivos al máximo y con unos conocimientos del juego insuperables, pero muy diferentes como individuos", cuenta. "Riley es un obseso de la imagen, de la suya y de la de todo el equipo, y Sloan es bastante más abierto y despreocupado, siempre va con una gorra de béisbol de una empresa de tractores. Pat moriría antes de ponerse eso", se carcajea Fuller. "Creo que Raúl López ha tenido suerte, Sloan es el mejor maestro que podía tener", añade.
Con las puertas de la NBA cerradas, Fuller hizo las maletas para jugar en Europa. "Aquí puedo ser parte importante de un equipo", dice, aunque todavía no ha logrado su propósito. Jugó 18 partidos en la ACB con el Gijón en 2002, un mes en Badalona y otros dos en Manresa la temporada siguiente, y también tuvo un contrato temporal en el Prokom Sopot polaco antes de recalar en Tarragona, donde sus estadísticas siguen sin ser brillantes: 12 puntos y 8 rebotes por partido. Desde Tarragona un anónimo integrante del equipo intenta dar pistas a Fuller: "Es buen compañero, pero le faltan toneladas de sangre".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.