El Villarreal marca todos los goles y pierde

Si alguien asegura que ayer en la punta del Villareal jugaron un internacional brasileño, otro argentino y otro español, no le crea. Tampoco se fíe del acta del encuentro. Es falsa. Ni Anderson, ni Riquelme ni José Mari disputaron aquello que a los ingleses les dio por denominar fútbol. Ellos no estuvieron, como tampoco otros ocho compañeros que vinieron a Pamplona en una excursión de jubilados. Aquí el vestuario, al otro lado el césped. En la puerta les espera el autobús. Gracias por su visita. Y vuelta a Castellón.

Pero el Villarreal sufrió el merecido castigo por su indolencia y por las misérrimas aptitudes futbolísticas que exhibió en El Sadar. Los tres goles del choque los marcó el conjunto de Paquito: el tercero, injusto, en la meta de Sanzol. Los dos primeros, en propia puerta, avalan la teoría de que este deporte no es tan ciego como a veces se pretende pintar, sino que existe una especie de providencia que respeta la lógica universal: el malo purga su pena y el bueno se redime. Y a Osasuna no le quedó más remedio que tomar el papel protagonista de la tarde. Tras más de tres meses sin vencer en su propio feudo, consiguió los tres puntos que, teóricamente, suponen la permanencia y la lucha por nuevas metas. Y lo logró sobre un rival directo en sus aspiraciones europeas, un Villareal hundido por las bajas y por la apatía de unos deportistas menores, abúlicos e inermes.