_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Cambio

Salió cambio. Los resultados de las elecciones generales del 14 de marzo han confirmado la apuesta de la sociedad española por otra política. Sirven, desde luego, para hacer bajar de los coches oficiales a un puñado de políticos subóptimos, cuando no decididamente ineptos, pero sobre todo abren el futuro a un nuevo estilo, más accesible y cordial, con vocación negociadora y de pacto. Once millones de electores apoyaron al socialista José Luis Rodríguez Zapatero y su programa europeísta, de renovación y de progreso para la España plural. El joven dirigente del PSOE ganó en condiciones inesperadas, sobre todo para los estrategas del PP, tan embebidos de tecnocracia demoscópica como ajenos al pulso auténtico de la ciudad. Zapatero venció, para pasmo de las cancillerías del mundo entero, en medio de la alteración civil causada por la matanza terrorista de Madrid y eso le ha parecido a la derecha aznarista una injusticia, una catástrofe inmerecida, un robo. El sentimiento de humillación que embarga al candidato Mariano Rajoy y a los suyos, sin embargo, es proporcional al nivel de dureza, sectarismo, manipulación y prepotencia que aplicaron a su ejecutoria en los tiempos de gloria y hasta en las delicadas circunstancias tras los atentados de Al Qaeda. La democracia ha venido a revelar de nuevo, en su caso dramáticamente, la condición vicaria del poder político (el dirigente acaba despojado de sus atributos por la ciudadanía que se los concedió), lo que siempre es una buena noticia. Por lo demás, el cambio ofrece una clásica y prometedora ambivalencia, como suceso y proceso, o si se quiere, como acontecimiento que desencadena una evolución, modernizadora, democratizadora, progresista, a la que Aznar había tratado de aplicar el freno. La historia tiene la costumbre de pasar por nuestras vidas sin que nos demos cuenta, hasta que surge el hecho singular, el acontecimiento, que da sentido a la complejidad de las cosas. Nadie puede negar la carga moral del relevo y sus lecciones. Más allá de la naturaleza episódica del cambio político, queda claro otra vez que, afortunadamente, en las sociedades laicas la falsedad caduca con estrépito en cuanto la verdad sencillamente ocurre.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_