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DE LA NOCHE A LA MAÑANA
Columna
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Las palabras fabricadas

Convicciones

Muchos jóvenes votantes no son ni de derechas ni de izquierdas, ni siquiera todo lo contrario. Como todavía no obtienen sustanciosos beneficios de sus ocupaciones, les trae sin cuidado la unidad de España o el auge de los nacionalismos, y ni siquiera les inquieta el hecho de que el difunto mandato de Aznar haya hecho más por la descomposición españolista que todos los nacionalismos periféricos juntos. Parece que la ideología política de la mayoría de jóvenes oscilaría entre una vaga solidaridad genérica de oenegé y la necesidad de asentarse cuanto antes en un futuro que perciben como difuso. Ambas disposiciones benefician a esa derecha que, no albergando entre sus hábitos el desdén hacia la caridad cristiana, tampoco es ajena a la seguridad que proporciona un futuro bien plantado. Porque la verdad es que se es joven cuando no se puede ser otra cosa.

Otra vez las Fallas

Hay falleros militantes que son personas normales desde finales de marzo hasta primeros de marzo. Quiosqueros, anestesistas, empleados, conserjes, tenderos, conductores de autobús, voluntarios de la Cruz Roja y vecinos en general. Incluso alguno tiene al Barça por su equipo favorito, antiguo reflejo de perdedores que lograrían el triunfo de tener algo más de suerte y menos enemigos. Pero es llegar la segunda semana de marzo y olvidarse de todo para convertirse en falleros a tiempo completo, disfrazarse con ropajes más o menos estrafalarios, explotar petardos hasta perder el oremus y algo más que el oído por unos cuantos días, tomar las calles con sus desfiles como si el mundo fuera suyo, confundir la alegría festiva con la ordalía atroz de las molestias que ocasionan. Gente amable, hasta que se altera de tal modo en fechas tan señeras que incluso introduce a sus criaturas en los secretos de la kale borroka petardera.

O lo que es lo mismo

Sólo un prurito de calidad impostada -que en nada cuadra con su recia personalidad- ha podido llevar a la directora general de autopromoción cultural a inventarse bienales tan costosas como inexistentes, cuando tan fácil lo habría tenido con un simple traslado de fechas y declarar las Fallas como bienal perpetua. A fin de cuentas, tanto da que la dediquen al agua, turbulenta o no, como al fuego, ya que se trata de elementos que por aquí se complementan perfectamente. ¿O acaso no es la noche de la Cremà la que más desvelos depara al cuerpo de bomberos? A santo de qué hay que abonar una millonada a un Settembrini cualquiera a cambio de sus invenciones invisibles cuando en estas fechas se producen en cada cruce de calles miles y miles y miles de encontronazos mediáticos cada día. Piénselo la animosa directora general. Antes de que, para desgracia del espíritu fallero, deje de serlo.

El machismo protector

Para decirla, gorda. Ni siquiera en campaña electoral puede decir un individuo como Eduardo Zaplana que hay que "terminar cuanto antes con esta sociedad asquerosamente machista". Primero, porque es un asunto, como tantos otros, exceptuando él mismo, que le trae al fresco. Y segundo porque convertir a un ramillete de falleras mayores en altos cargos de la Generalitat, se ignora a santo de qué, no deja de ser una asquerosa manifestación de machismo. Hay otros machismos, pero todos están en éste. Como ocurre, de manera sólo en apariencia distinta, con el varón de buena voluntad que da en hacerse feminista medio para facilitarse el ligue mediante esa argucia de colegial, medio para ahorrarse con ese atajo la eventual agresividad femenina hacia el varón genérico. "No soy como los demás tíos" -viene a decir el feminero de profesión-, "y para demostrarlo ataco a los que no son como yo". Una generosidad sospechosa, en ambos casos.

Castilla en la Academia

La de horas que ha dedicado el amigo Castilla del Pino a patearse España explicando una y otra vez la relevancia del discurso psiquiátrico en el conjunto del saber. Casi tantas como a tratar de entender y paliar las penalidades ajenas en su dispensario cordobés. Ahora ingresa en la Academia, muy necesitada de una figura que ponga algo de orden en el maremagnum poco menos que incomprensible de las entradas del diccionario relativas a la alteración de la conducta. Nada de reconocimiento público que culmina una carrera de muy altas prestaciones, sino más bien demanda de un nuevo compromiso para emprender una tarea interminable. Con tres o cuatro baipases en el sitio del corazón y muchos años a sus espaldas, Castilla tiene toda la vida por delante. Sabe que todos somos de-mentes, pero no todos somos locos, porque el loco es el que reprocha al mundo las perturbaciones de su alma.

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