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¿Es éste el 11 de septiembre europeo?

Timothy Garton Ash

Las explosiones de Madrid deberían ser el 11 de septiembre europeo. ¿Pero nos sentimos verdaderamente heridos los demás europeos? ¿O tuvimos una reacción más espontánea y emocional ante las víctimas de Nueva York? Y si éste es el 11 de septiembre europeo, ¿qué va a hacer Europa al respecto?

En el día del espanto, el Rey de España se dirigió a su país por televisión, de pie junto a la bandera española. Habló con rigidez pero de forma muy emotiva, y ofreció "un abrazo... lleno de amor y tristeza" a los familiares de las víctimas. Habló a su nación, de su nación y en nombre de su nación. No se veía ninguna bandera europea. Sin embargo, los demás europeos podemos no sólo conmovernos por su discurso, sino sentir que forma parte de nuestra historia. Al fin y al cabo, se trata del Rey que ayudó a conducir a España de la dictadura a la democracia y que después, hace 23 años, y casi sin ayuda, salvó a la democracia española de un golpe militar. Aquel fue, como éste, un acontecimiento europeo, parte de nuestra historia y nuestro futuro comunes.

¿Y qué significado tiene este atentado dentro de la "guerra mundial contra el terrorismo", proclamada por el presidente George W. Bush después del 11 de septiembre en Estados Unidos? Durante casi mil días, los europeos y los estadounidenses han vivido con arreglo a calendarios distintos. Europa no cambió como Estados Unidos tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. Gritamos "todos somos estadounidenses", pero no lo éramos. No teníamos verdaderamente la impresión de estar en guerra, como ellos. ¿Qué pasará ahora? ¿Durará algo más el "todos somos españoles"? ¿O acaso la fecha del 11 de marzo de 2004 acabará resonando sólo en la historia de España?

En gran parte, desde luego, dependerá de quién haya sido responsable del atentado. Si fue Al Qaeda, quedarán pocas dudas de que éste ha sido el 11 de septiembre europeo. La gente que viajaba en esos trenes habrá muerto como castigo por los pecados de Occidente. (Qué más da que entre las víctimas inocentes hubiera musulmanes del norte de África que viven a las afueras de Madrid. No vamos a importunar a los terroristas islámicos con semejantes detalles). Para prevenir suficientes atentados será necesaria una mayor cooperación entre los servicios policiales y de información europeos, así como procedimientos comunes de inmigración y asilo. Nos daremos cuenta, por fin, de que el terrorismo islámico es una amenaza que está geográficamente más próxima a nosotros que a Estados Unidos. Estará claro lo que tiene que hacer Europa, aunque no por ello será más fácil.

También habrá razones más firmes para la solidaridad europea. Si se ha escogido el Gobierno de Aznar como blanco por haberse unido a lo que Al Qaeda denomina la "alianza cruzada y sionista" en la guerra de Irak, la lección que tenemos que extraer no es que los Gobiernos europeos no deban emprender acciones en el mundo musulmán por miedo a las represalias, sino que los europeos tienen que estar más unidos, para una cosa o para otra.

Si, por el contrario, los responsables son miembros del movimiento terrorista vasco ETA, o un grupo radical escindido de la organización, será enorme la tentación de decir que es un problema fundamentalmente español; del mismo modo que los europeos del continente, en general, opinan que el IRA es un problema británico, no europeo. De hecho, el primer ministro español situó su primer discurso televisado en un contexto muy nacional. Habló de que a las víctimas las habían matado "sólo por ser españolas", con lo que implicaba, evidentemente, que los asesinos eran separatistas vascos. "Somos una gran nación", dijo, "cuya soberanía reside en todos los españoles".

Cuando España entró en la UE, en 1986, muchos confiaban en que el marco europeo, con sus niveles de soberanía compartida, ayudara a resolver el problema vasco. No ha sido así; o, al menos, no lo suficiente. Los políticos de la mayoría vasca presionan desde hace tiempo, por medios pacíficos, para acercarse cada vez más a la independencia; el último ejemplo fueron las propuestas del presidente vasco, Juan José Ibarretxe, para que su comunidad se convierta en un "Estado libre" estrechamente asociado a España. Si resulta que ETA es la responsable de este atentado, la respuesta de Madrid -independientemente del partido que venza en las elecciones generales del domingo- será casi con seguridad un rotundo "ni hablar". Es posible que otros europeos deseen ofrecer su ayuda como "honrados mediadores" en esta relación tan tremendamente difícil, pero, al final, la solución sólo podrá encontrarse dentro de la propia España. Por consiguiente, con el tiempo existirá la tentación de considerar que éste no es un 11 de septiembre europeo, sino español.

Estados Unidos dirá probablemente, en una metáfora tan manida que me aburre, que ha sido una llamada para despertar a Europa. Y es verdad. Seamos sinceros: en Europa estuvimos pacíficamente dormidos durante demasiado tiempo después del 11 de septiembre estadounidense. Ahora bien, la solidaridad europea que debe responder a toda esta barbarie consiste también, entre otras cosas, en decir a Estados Unidos -y decírselo con una sola voz- qué errores está cometiendo Washington en su "guerra contra el terror". Si alguien quiere saber cuáles son esos errores, que lea un libro ingenioso y estúpido de David Frum y Richard Perle titulado An End to Evil: How to Win the War on Terror (El fin del mal: cómo ganar la guerra contra el terrorismo). (Una persona no puede ser sabia y estúpida al mismo tiempo, pero ingeniosa y estúpida, sí). Frum y Perle argumentan que, dentro de su estrategia para ganar la guerra contra el terrorismo, Estados Unidos debe dejar de fomentar "una mayor integración de Europa" y "obligar a los Gobiernos europeos a escoger entre París y Washington". Gobiernos europeos como el español, en la actualidad uno de los más estrechos aliados de Washington.

Sin embargo, ahora, a la luz del atentado de Madrid, tenemos que preguntarnos qué es lo que de verdad hace falta para que los europeos tengan una participación eficaz en la guerra contra el terrorismo. Tanto si la responsabilidad es de Al Qaeda como si es de ETA, la respuesta es: mayor cooperación dentro de Europa y, en concreto, con Francia. Francia es el país que tiene la población musulmana más numerosa en la Unión Europea y, dado que los vascos viven a ambos lados de la frontera, es el aliado europeo más importante de España a la hora de afrontar la amenaza del terrorismo vasco. Pero ahí están esos dos hombres tan listos en Washington, intentando abrir una brecha entre España y Francia, en nombre de la "guerra contra el terrorismo". Ante el Mal indiscutible, lo que tenemos que hacer es dejarnos de tontas polémicas transatlánticas y ponernos serios.

Y ponernos serios como europeos. Dentro de dos semanas se celebrará la reunión habitual de jefes de Gobierno de la UE en Bruselas, bajo la presidencia de los irlandeses, que algo saben sobre las sangrientas repercusiones del terrorismo. Hasta que sepamos quién ha cometido esta atrocidad, es demasiado pronto para decir cómo deben reaccionar los europeos. Pero, si creemos en la existencia de Europa, no debemos conformarnos con el típico comunicado anodino.

Esto es todo lo que nos permite decir un análisis reposado cuando sólo han pasado 24 horas y existen tantas incertidumbres; salvo, tal vez, que el análisis reposado no basta. En un momento así, lo que más necesitamos es transmitir la solidaridad, no sólo intelectual, sino de sentimiento, igual que se la transmitió el defensor real de la democracia española, de forma tan conmovedora, a su pueblo. Tengo la esperanza de que sentiríamos esa solidaridad si el atentado terrorista se hubiera producido en una ciudad de China, Perú o Ghana, simplemente porque somos humanos. Y no hay duda de que tuvimos esa reacción cuando ocurrió en una ciudad de Estados Unidos. Pero, si somos europeos, la sentiremos de forma mucho más intensa, porque este atentado se ha producido en una ciudad de Europa. Todas nuestras banderas, europeas o nacionales, están a media asta.

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