"El flamenco debe profesionalizarse, sin perder su toque salvaje"
Han pasado ya más de diez años desde que un jovencísimo payo de Badalona, casi un crío, sorprendiera a propios y extraños ganando la lámpara minera del Festival de Cante de la Minas de La Unión. Una década que Miguel Poveda (1973) ha aprovechado al máximo abriéndose paso entre la más auténtica jondura y la constante exploración de músicas cercanas (aunque a veces pueda no parecerlo) al flamenco.
"Soy cantaor y voy a seguir siéndolo siempre", afirma Miguel Poveda con la resolución del que quiere dejar totalmente claras las cosas ya de entrada. "Me sigue encantando sentarme en una silla y cantar flamenco, es un mundo que nunca se acaba y en el que nunca dejo de aprender. Todo lo demás son mundos paralelos".
El último de esos mundos paralelos, su reciente disco Poemas del exilio (Harmonia Mundi), parte, por supuesto, del flamenco pero se acerca a eso que podríamos llamar música contemporánea ya que se trata de una serie de temas del compositor Enric Palomar sobre poemas de Rafael Alberti en los que la voz de Poveda está acompañada por una orquesta de cámara. "Ha sido una experiencia completamente diferente y arriesgada para mí", prosigue el cantaor. "No ha sido fácil cantar sobre partituras totalmente escritas en las que no quedaba espacio para la improvisación. Para un cantante lírico eso debe ser lo más normal, pero para un cantaor es impensable someterse a una partitura tan encorsetada. Ha sido difícil y, al mismo tiempo, fascinante. Al final conseguí sentirme cómodo, aportar mi toque de sensibilidad y hasta disfrutarlo; al principio sufrí mucho pero al final me lo pasé muy bien". Demostración clara de que fue así es que el nuevo disco se grabó en directo en una única actuación en el Auditori de Barcelona en mayo del pasado año. "Grabar en directo tiene sus riesgos y requiere un trabajo previo mucho mayor, pero después, notar la emoción del contacto con el público lo compensa todo".
Para este trabajo Enric Palo-
mar ha seleccionado nueve poemas de Rafael Alberti extraídos de los libros Entre el clavel y la espada y Baladas y canciones del Paraná con el nexo común del exilio. Los palos flamencos no son la única base de este trabajo, que también incluye resonancias de tangos o milongas y la presencia de un bandoneón. "No es un trabajo destinado a la gente del flamenco sino a los amantes de la música y de la poesía; es de suponer que entre los amantes del flamenco también los hay".
En los últimos tiempos el nombre de Miguel Poveda se ha relacionado con músicos tan dispares como Santiago Auserón o Marina Rossell, ha cantado poemas en catalán y se ha acercado al tango tanto de forma personal (por ejemplo, su colaboración en el disco Territorio flamenco) como colaborando en discos de Marcelo Mercadante o Jorge Reinoso. Su espectáculo Qwaali jondo, en el que compartía escenario con músicos tradicionales de Pakistán, junto a estos Poemas del exilio han merecido el Premio Ciudad de Barcelona 2003, el más alto galardón del ayuntamiento barcelonés. Todo ese bagaje convierte a Miguel Poveda en una de las puntas de lanza del nuevo mestizaje flamenco. "El flamenco es y será siempre mi punto de partida", insiste. "No sé si el flamenco necesita este tipo de mestizajes, igual no, pero yo sí que los necesito. Necesito otro tipo de experiencias que me enriquezcan como cantaor, como artista y como persona. Me gusta aprender de músicas y de experiencias diferentes". A pesar de esa franca vocación aventurera, Poveda no guarda ni una sola palabra de reproche para sus colegas flamencos menos arriesgados, cuando no francamente encadenados, a la tradición. "Hay gente a la que no le gustan estas cosas o no se ven capacitados para hacerlas. Me parece bien, pero yo, si veo que puedo hacerlas con dignidad y sin engañarme a mí mismo, me lanzo".
En los últimos tiempos el flamenco parece haber ganado terreno tanto en los gustos del público como en los medios de comunicación. "El flamenco es un mundo de locos, pero maravilloso. Es un mundo caótico pero para bien. Hemos ganado en presencia y ya no se ve como una música sólo arraigada en el franquismo, pero todavía hay mucho por hacer y por limpiar. No se ha de perder ese toque auténtico, salvaje, pero es necesario que todo se profesionalice un poco más. La gente debe tomarse esto como una profesión, como lo hacen los músicos de otros estilos". Su recomendación final no puede ser más clara: "El flamenco debe mantener siempre la mente abierta para poder seguir evolucionando al mismo ritmo que lo hacen otras músicas, será la única forma de estar a su altura".
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