El Athletic vuela alto

Vila-real

El Villarreal se encontró con el día tonto en ataque. No materializó las ocasiones que tuvo, antes y después de que el Athletic consiguiera su gol, que fue suficiente para sus propósitos, para instalarse en los puestos nobles de la tabla, de los cuales se aleja el conjunto castellonense. No fue un partido memorable, ni rayando la ortodoxia. El exiguo marcador final no fue reflejo de lo acontecido. Hubo un gol como hubiese podido haber nueve, por la inocencia de las defensas, por la escasa presión de los centrocampistas, por las constantes visitas a los porteros. Se llevó el triunfo el Athletic como se lo hubiese podido llevar el Villarreal. Decidió el acierto de unos o la poca pericia de los otros.

El histórico Athletic ha dejado su estampa ruda de antaño. Lo mismo sucede con el Villarreal, donde las cosas han cambiado muy deprisa. Con una alineación políticamente correcta, con casi todos los fichajes en escena, Paquito tiene ganado el aplauso inicial del palco y de buena parte la grada. En un principio, los argumentos expuestos en la cancha le venían a dar la razón. Pero sólo en principio. Al Villarreal le costaba poco llegar con cierta asiduidad y bastante peligro a los dominios de Aranzubia, que tuvo que parar dos internadas mal ejecutadas por Víctor. El Athletic, sin descuidar su zaga, no se olvidaba del ataque, siendo Tiko su principal exponente en las labores de remate con su poderoso disparo de media distancia. Las notables ausencias de Urzaiz y de Yeste, dos valores ante el gol, poco parecían importar.

Cualquier cosa podía pasar: por la habilidad de los jugadores, por la sencillez con la que se llegaba a los balcones del área y por la endeblez de las defensas, sostenidas por dos porteros magníficos que pugnan por un puesto en la Eurocopa. Asomaba el descanso y el Athletic fue capaz de golpear primero en una internada de Etxeberria y posterior remate de Jonan García, que irrumpió de puntillas cerca del área pequeña y remató sin apenas oposición. El pequeño Jonan García suplía con garantía la ausencia de Yeste.

Con gran parte de los deberes hechos, el Athletic se dedicó a dejarse querer. El Villarreal encontró callejones suficientes para invertir la situación y le faltó el acierto de otras ocasiones. Riquelme falló lo increíble a dos metros de la línea de gol tras un centro de Belletti. Un minuto después, Anderson, ligeramente escorado tras sortear la salida de Aranzubia, envió el balón alto cuando ya se cantaba el gol. Quedaban 20 minutos por delante para salvar los muebles -ya el personal de la grada comenzaba a cuestionar el juego pausado de Riquelme- cuando Ernesto Valverde decidió apuntalar el resultado con la entrada de Gurpegi y Larrazabal. Consiguió su objetivo a duras penas.

La pegada le había dado la espalda al Villarreal.