_
_
_
_
Reportaje:POSTAL DE BERLÍN

Desasosiego berlinés

Berlín es una ciudad atónita y expectante. La historia le asignó un lugar inolvidable en el siglo XX -"el siglo corto", que diría Eric Hobsbawn-, cuyas más terribles guerras y más intensos conflictos políticos e ideológicos tuvieron en ella un escenario excepcional. Pero ese pasado ya es pasado y la ciudad intenta encontrar ahora un nuevo rumbo en el mundo que comenzó el día que sus ciudadanos derribaron el muro poniendo punto final al socialismo realmente existente en Europa y a la guerra fría. Cierto: intenta un nuevo rumbo pero aparentemente todavía no lo encuentra a juzgar por el poso de desasosiego e inquietud que se transparenta en la tercera edición de su bienal de arte. Y eso que hay motivos para declarar que "Berlín va bien", ahora que es de nuevo la capital de Alemania y que el gran capital internacional despliega lo más espectacular y característico de su arquitectura en Potsdamer Platz o en Unter de Linden mediante unas operaciones urbanísticas que relegan a un oscuro segundo plano el antiguo esplendor de Kudam, la calle más emblemática de un Berlín occidental que exhibía desafiante su modernidad ante los ojos resignados de los berlineses orientales. Pero, insisto, esas realizaciones no parecen bastar a Ute Meta Bauer, la directora artística de la bienal, ni a su equipo, ni al grueso de los artistas incluidos en la misma, quienes en vez de celebrarlas las cuestionan, ansiosos por aclarar que ninguno de esos gestos espectaculares deshace los interrogantes abiertos por los desplazamientos históricos que han puesto a la ciudad en una situación inédita no sólo con respecto a la Alemania reunificada sino con respecto a un mundo aterrorizado en el que no quedan más que las ruinas del fascinante relato futurista de la globalización. Y nada de sus promesas de felicidad.

De allí que esta tercera edición de la bienal de Berlín sea en realidad muy berlinesa por su evidente atadura con las preocupaciones que asedian la ciudad. En ese sentido va en contravía de la llamada bienalización del arte contemporáneo, que al pairo de un modelo de globalización hoy en crisis se ha propagado por los cuatro continentes levantando en cada caso un impresionante escenario mediático para el despliegue de un arte sin raíces ni fronteras al que no sé si calificar de internacional o de cosmopolita.

La bienal está organizada

en cinco partes o hubs, que con su solo enunciado revelan el dispositivo conceptual con el que sus organizadores han encajado las preocupaciones mencionadas antes. El primero se llama Migración, el segundo Condiciones urbanas, y los restantes Paisajes sonoros, Moda y escenas y Otras cinematografías. Las obras y los artistas incluidos en ellos inciden en muchos de los asuntos y los problemas que determinan la vida de Berlín. Así, la escritora y realizadora Hito Steyerl se ocupa en el hub que coordina de las migraciones y la triste suerte que padecen y de la topología efectiva de la UE, que para ella responde más a la banda de Moebius que a la geometría cartesiana. Jesko Fezer y Axel John Wieder documentan en las tendencias más inquietantes en el actual urbanismo berlinés, como son la escalada de precios de los bienes inmuebles, la privatización del espacio público y la "gentrificación" de zonas enteras del Berlín Este. El sonic team en Paisajes sonoros da cabida tanto a la vitalidad demostrada por las mujeres en la escena pospunk como a la revalorización del ruido por los compositores contemporáneos. Y Regina Möller, amparada en la condena de Balzac a los tontos que no encuentran sino moda en la moda, propone juegos de interpretación y experimentación con la ropa que abren verdaderamente perspectivas inéditas. Por último, Otras cinematografías reúne los trabajos de una veintena de artífices que proponen alternativas efectivas a los discursos cinematográficos hegemónicos.

Marcelo Expósito -el único artista español en esta bienal- enseña dos obras, Entre sueños: Primero de Mayo y Mayday, que ofrecen tanto una reflexión sobre los movimientos contestatarios en la era posfordista como una cala en las innovaciones simbólicas y semióticas generadas por la antiglobalización.

Imagen  de &#39;<i>Mayday</i>&#39;, de Marcelo Expósito.
Imagen de 'Mayday', de Marcelo Expósito.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_