"Debería haber una sala pública dedicada a la autoría"
Calixto Bieito (Miranda de Ebro, 1963) es director escénico y dirige el Teatre Romea, de Barcelona. Actualmente prepara la gira de Hamlet, con actores británicos, por Estados Unidos, Holanda y China, la presentación de la Ópera de cuatro cuartos en el Festival del Ruhr y los estrenos de El rapto del serrallo, en Berlín; El rey Lear, en Barcelona, y La Celestina, en Edimburgo y Dublín.
PREGUNTA. Cuando hablamos de teatro español actual da la impresión de que estamos hablando, sobre todo, de un teatro de directores.
RESPUESTA. A lo largo del siglo XX el director se ha convertido en una figura fundamental: él es quien convence a los actores para que hagan las cosas de determinada manera, quien reinterpreta la pieza y mediante ella intenta explicar un mundo. Pero lo más importante sigue siendo el trabajo de los actores.
P. ¿Qué sucede entonces con el teatro de autor?
R. Hay países que tienen otra tradición. En Irlanda desde que se fundó el Abbey Theatre, a finales del XIX, el autor es la pieza clave, tiene una posición más fuerte que la del director. En Londres existe el Royal Court, teatro dedicado exclusivamente a poner en escena obras recientes, como el Théâtre de la Colline, en París. Cualquier teatro alemán tiene su cuota anual de nuevos autores. En España, en cambio, no hay, y debiera, un teatro público dedicado a la autoría. No creo que los autores irlandeses sean mejores que los españoles por talento, sino por tradición.
P. En España se releen constantemente las obras de Shakespeare, pero no sucede lo mismo con los autores del Siglo de Oro.
R. El problema viene de lejos. Aunque Marsillach creó la Compañía Nacional de Teatro Clásico, después de José Luis Alonso no ha habido una figura que renueve el modo de poner en escena estas obras... El del Siglo de Oro fue el exponente máximo de lo que puede llegar a ser un teatro nacional, pero no tenemos compañías que lo hagan como hacen el suyo alemanes, franceses e ingleses. Deberían coincidir cuatro versiones de La vida es sueño en la misma temporada, como sucede con Hamlet en Inglaterra. Allí los montajes de Shakespeare son el espejo donde se reflejan la sociedad y las modas. En España eso no sucede. Necesitamos una Compañía Nacional realmente potente. No digo que lo que se hace esté mal. Digo que no es suficiente, y que hay que sumar.
P. En Cataluña se han perfilado los límites del territorio que ocupan los teatros públicos, los privados y las salas alternativas, pero no parece que las nuevas compañías tengan muchas oportunidades de acceso.
R. Cuanto más se definen los espacios, más se cierran. Siempre es difícil empezar. Pero en cualquier gran teatro alemán, por ejemplo, hay hasta cuatro dramaturgos, y otros tantos ayudantes de dirección. El primer dramaturgo sabe que al cabo del tiempo tendrá que irse a otro teatro, y que el segundo o el tercero ocuparán su lugar. Aquí cuesta mucho más entrar en el mercado. Por eso se está produciendo un fenómeno que consiste en la apertura de salas muy alternativas. Los teatros públicos y los muy subvencionados deberían estar obligados a crear nuevas generaciones, a crear oficio.
P. ¿Es muy diferente el nivel del actor español del de otros con los que trabaja en el extranjero?
R. El español es un actor con mucho talento, pero le falta tradición. Un alemán interpreta cuatro o cinco obras diferentes cada semana. Eso en España sólo pasó con actores de la generación de José María Pou o de Carles Canut, que se formaron en el teatro de repertorio. No es que nuestros actores sean menos inteligentes que los alemanes, es simplemente que éstos tienen más oficio porque trabajan muchísimo más, y en compañías estables. ¿Cuántos actores españoles han hecho Segismundo? Se pueden contar con los dedos. En cambio, ¿cuantos británicos han hecho Hamlet? Eso marca la diferencia.
P. ¿Cómo ve el auge del musical anglosajón?
R. Que Londres sea la capital de las comedias musicales tiene sentido, pero que Madrid pudiera llegar a convertirse en algo así sería chocante. La zarzuela es el musical español por antonomasia: hay que revisarla a fondo, como nuestro teatro clásico, para no quedar anclados en la idea franquista del género.
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