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El atentado electoral

Joan Subirats

No es la primera vez que ETA trata de interferir y estar presente en una campaña electoral. Esta vez lo ha hecho, afortunadamente, sin hacer estallar una bomba o asesinando a alguien, pero consiguiendo iguales o superiores efectos. Ha aprovechado la oportunidad que le brindó Josep Lluís Carod Rovira el 4 de enero en Perpiñán y la oportuna divulgación del encuentro con ETA que realizaron Abc y La Moncloa el 26 de enero. La intención política de la banda terrorista es evidente. Estamos en plena campaña electoral y en estos últimos días parecía que, a pesar de los esfuerzos del Partido Popular, los ecos de la entrevista de Perpiñán empezaban a acallarse, mientras que por otra parte la frágil solución encontrada a finales de enero para mantener el Gobierno tripartito les permitía esperar el 14 de marzo con cierta tranquilidad. Henos de nuevo instalados en la refriega y la zozobra.

En este drama hay dos protagonistas principales, ETA y Carod Rovira, y muchos actores que piensan sacar tajada o que temen las consecuencias del mismo. Carod sacó pecho en su recordada conferencia de prensa el 27 de enero y lanzó un órdago que parecía susceptible de hacerle salir airoso o al menos de recomponer su figura en Cataluña. Su presentación como primero de la lista en las generales le permitía mantener su protagonismo, aun a costa de dejar en entredicho su posible continuidad como conseller en cap. Lo que no consideró Carod es que sus contertulios siguieran exprimiendo el melón político de su desliz. Por mucho que ahora diga que la cita fue el 4 de enero y que la fecha de la tregua catalana es del primero de enero, ello no le exime en absoluto de la sospecha sobre su complicidad en una maniobra inaceptable desde cualquier punto de vista. El problema es que ahora su vuelta a posiciones de privilegio en el Gobierno de la Generalitat se torna mucho más problemática, por no decir del todo imposible. Y en ello coincidirán sin duda sus aliados de gobierno en Cataluña y amplios sectores de su propio partido que ya tuvieron que hacer esfuerzos para mantener la serenidad ante una iniciativa estrictamente personal del líder republicano. El futuro político de Carod, de existir, pasa por el momento por apechugar con lo hecho y asumir el reto de encabezar un grupo parlamentario propio o con aliados en el Congreso de los Diputados. Se convertiría así en la nueva bestia negra del nacionalismo español, pero reforzando quizá su protagonismo en un sector del nacionalismo catalán que verá en él a un nuevo mártir de la causa.

¿Qué resultados piensa sacar ETA de todo esto? Todo apunta a que la combinación de la dureza represiva de los gobiernos de España y Francia, y las contradicciones internas sobre qué camino seguir ante la iniciativa política del lehendakari Juan José Ibarretxe, han puesto a ETA y a su entorno en una situación complicada. El recurso a los atentados ha estado siempre a disposición de ETA incluso en momentos de debilidad superiores a los actuales. Pero las grietas en su interior sobre la estrategia que seguir y la presión social de buena parte de su entorno para que planteara una nueva tregua probablemente desaconsejaron una acción armada, opción que ha sido históricamente la más usada por la banda en momentos como los actuales. No es absurdo imaginar que las tensiones internas han llevado a una especie de solución intermedia que a poco que se examine resulta totalmente absurda. Esa lectura del comunicado, con ikurriña y estelada incluidas, anunciando la suspensión temporal de los atentados en Cataluña no contenta probablemente ni a los que, en el entorno de ETA, pretendían una tregua en toda España, ni a los partidarios de seguir demostrando su fuerza con nuevos atentados. En todo caso, este comunicado puede representar un cierto punto de equilibrio y puede permitir un compás de espera. Pero, al margen de ello, la posibilidad de que ETA siga matando y cometiendo atentados en toda España y no en Cataluña es totalmente absurda. No es imaginable que Cataluña se convierta en un santuario al que acuda todo tipo de amenazados o susceptibles de serlo buscando la protección de san Carod Rovira. Se trata simplemente de una maniobra política que demuestra la fluidez del momento en pleno proceso de transición hacia lo desconocido.

En Madrid, lógicamente, andan como locos. Los que han visto siempre al sistema político catalán como algo poco estandarizable y asimilable a las coordenadas nacionales, tienen ahora una nueva oportunidad para erosionar esa diferencia. Por tanto, seguirán presionando todo lo posible el espacio político catalán, tanto desde el PP como desde el PSOE. Por parte del PP, ya que en Cataluña sólo pueden que mejorar desde sus bajas cotas electorales, y porque el vértigo actual les convierte en la opción más segura para los que busquen refugio ante la evidente radicalización que estas semanas que vivimos están provocando. Por parte del PSOE ya que, al no haber resuelto internamente su modelo de Estado y el alcance real de su "España plural", y tampoco haber conseguido construir una alternativa política a la rigidez sectaria del PP en materia antiterrorista, no les queda más remedio que hacer de PP suave, mientras José Bono va preparando su 15 de marzo. ¿Y el tripartito? Pues regular, gracias. No creo que quede remedio alguno que no sea el resistir, tratando de capear el temporal como sea, dejando claro que nada tiene que ver con el asunto y esperar a que escampe en pocas semanas. Pero, eso sí, acordando con claridad que el futuro inmediato de Carod no pasa por retornar a su posición de conseller en cap. Puede ser que al final de estos meses de vértigo y zozobra constante con un ciclo electoral diabólico que llevamos arrastrando desde las elecciones municipales del pasado mayo, algo hayamos aprendido entre todos. Y, quién sabe, tal vez incluso acabamos pensando aquello de que "no hay bien que por mal no venga".

Joan Subirats es catedrático de Ciencia Política de la UAB.

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