_
_
_
_
_
Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Citas a ciegas

Cristina y Michiko no se conocían de nada y nunca hubieran imaginado que, a los cinco segundos de presentarse, empezarían a hablar de la nomenclatura en catalán de los cacharros de cocina. No es que de repente se volvieran locas, lo que pasa es que se habían apuntado al programa Voluntaris per la llengua, una iniciativa de la Dirección General de Política Lingüística que pone en contacto a voluntarios dispuestos a destinar una hora a la semana a conversar con personas que quieren reforzar el aprendizaje del catalán practicándolo.

Cristina y Michiko, como Elisabet y Silvia, Laura y Sebastián y 20 parejas, más se encontraron a finales de noviembre en el Palau Moja de Barcelona dispuestos a la aventura. Nadie se conocía. Los aprenents -y no alumnos-, que es como se designa a los no catalanohablantes, estaban ya reunidos en un salón donde Montserrat Puigdengolas y Laura Jaime, coordinadoras del programa, les informaban de los pormenores del encuentro. Cada uno tenía una cartulina con un número y una silla vacía al lado con el mismo número. Fuera, los voluntaris esperaban un tanto nerviosos que se les dejara pasar. También ellos tenían una cartulina con un número que debía coincidir con el número de la silla. "Estaba impaciente por conocer a mi pareja", afirma Cristina. "El entonces director general tuvo el detalle de repartir zumo de naranja a todos los que esperábamos y el tiempo se nos hizo más corto". Una vez dentro, cada cual buscaba a su pareja -o su número- y se sentaba en la silla. Cristina tenía el número nueve, pero en un primer momento parecía que su media naranja había desaparecido. Se puso más nerviosa y empezó a preguntar, hasta que apareció una mujer japonesa levantando la cartulina del nueve. Se sonrieron, se presentaron y empezaron a hablar como si se conocieran de toda la vida. Y de eso se trataba. El encuentro no parece, a primera vista, muy romántico, pero para lo que se proponen funciona a la perfección.

Los voluntarios destinan una hora a la semana a conversar con personas que quieren reforzar su catalán practicándolo

Michiko lleva 20 años residiendo en Barcelona. Sabía que aquí existía otra lengua, pero no la oía nunca porque ella se relacionaba con japoneses y en la calle nadie le hablaba en catalán, así es que decidió apuntarse a la Escuela de Idiomas. Ahora habla un catalán casi perfecto y se queja de que no tiene ocasión de practicarlo porque, aunque ella pregunta siempre en la lengua de Verdaguer, la gente le contesta siempre en la de Quevedo. "Estoy maravillada de Michiko", comenta Cristina. "Nos ponemos deberes y la mayoría de las veces ella me supera". Acostumbran a quedar en un bar y afirman que no les fue nada difícil encontrar temas de conversación porque se conocieron en la época de las elecciones autonómicas y el tripartito dio para mucho. "Y sigue dando".

Elisabet y Silvia prefieren encontrarse al aire libre. Elisabet, que es la voluntaria, le enseñó la Fira de Santa Llúcia a esta argentina que al año y medio de vivir en Barcelona habla un catalán más que correcto. Silvia se apuntó a los cursos para los no catalanohablantes que organiza gratuitamente el Consorcio para la Normalización Lingüística, que engloba a la Generalitat y los ayuntamientos. Acaba de examinarse del Bàsic 3 y está encantada de las citas con Elisabet. "No sólo hablo catalán, sino que he aprendido las costumbres, la geografía... Para integrarte en un país distinto al tuyo es imprescindible conocer todo esto". Según Elisabet, el momento del "emparejamiento" fue muy emocionante. Ahora ya llevan las 10 horas reglamentarias, pero piensan prolongar sus encuentros. "Hemos de romper el tópico de que los catalanes somos cerrados y esta propuesta de Voluntaris per la llengua puede demostrarlo. Hablamos una lengua minoritaria y además hay poca gente que siga hablando en catalán cuando un extranjero se dirige a él en esta lengua. Se tiene que agradecer el esfuerzo que hacen estas personas que quieren aprender nuestro idioma".

Antes de apuntarse todos tienen que rellenar un test en el que se especifica si se prefiere o no la pareja mixta. Laura apuntó que le era indiferente y se encontró con Sebastián, un joven argentino. Casualmente -o no- son de la misma edad y los dos viven en Gràcia, y les es fácil quedar en cualquier bar de la zona. "Al principio no sabía de qué hablar", dice Laura, "pero poco a poco van saliendo los temas. Creo que prolongaremos la experiencia". Sebastián está encantado y considera a Laura una amiga.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Según las coordinadoras del proyecto, a veces el feeling entre las parejas no funciona y entonces se rompe el acuerdo, pero ocurre muy pocas veces. En este momento ya son 1.600 las parejas apuntadas en toda Cataluña. La mayoría de los aprenents son latinoamericanos, pero los hay también de toda Europa. Los magrebíes son más reacios a la experiencia. Cornellà, Vilafranca, Vic, Reus, Tordera, Mataró y L'Hospitalet... ya funcionan a pleno rendimiento. La experiencia está siendo un éxito: difícilmente una cita a ciegas o, como dicen ellos, un "emparejamiento" puede llegar a tan buenos resultados. Puede obtenerse más información en //Cultura.gencat.net/llengcat/voluntaris.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_