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Crónica:CRÓNICA EN VERDE
Crónica
Texto informativo con interpretación

Las dos caras de una invasión

El cangrejo americano termina por convertirse en una especie clave para Doñana

Cuando se detecta la presencia de una especie exótica en un ecosistema alejado de su lugar de origen los especialistas aconsejan su inmediata erradicación para evitar el impacto que podría causar en la supervivencia de animales o plantas autóctonas. Algo lógico a la vista de los múltiples ejemplos sobre el efecto letal que estas invasiones pueden llegar a causar en determinados enclaves.

Esta estrategia suele fracasar en numerosas ocasiones debido a las dificultades que plantea el exterminio de ciertas especies que, en poco tiempo, logran multiplicarse hasta colonizar grandes extensiones de terreno. Además, cuando esto ocurre y la invasión se prolonga en el tiempo, surgen vínculos, desconocidos hasta ese momento, entre los especimenes exóticos y el ecosistema en el que se han instalado. Puede manifestarse entonces la paradoja de que ciertas especies autóctonas comiencen a depender del invasor y, en ese caso, la erradicación no sólo es dificultosa sino que también es desaconsejable, al menos hasta conocer ese nuevo entramado biológico.

En las marismas del Guadalquivir no vivía ninguna especie de cangrejo de agua dulce hasta que en 1973 se introdujo, de manera intencionada, el cangrejo rojo americano. Hoy está presente en toda la zona marismeña y es objeto de un notable aprovechamiento pesquero.

Desde el punto de vista ecológico este fenómeno casi siempre se ha evaluado de manera negativa, al considerar que el cangrejo rojo ha causado profundas alteraciones en los ecosistemas marismeños y, en particular, en los terrenos protegidos de Doñana. No hay duda de que en este espacio natural se han modificado algunas variables como consecuencia de la invasión de este invertebrado, pero poco se sabía hasta ahora de estas modificaciones.

Esta nueva forma de contemplar el problema queda ahora reflejada en un estudio de Fernando Hiraldo y Zulima Tablado, investigadores de la Estación Biológica de Doñana (EBD), para los que es imprescindible "conocer el papel que está desempeñando este invertebrado en los ecosistemas marismeños".

Una revisión exhaustiva de los comportamientos alimenticios de más de 40 especies animales, autóctonas de las marismas y potenciales consumidoras de cangrejos, ha permitido desvelar algunos de esos vínculos tejidos entre el invasor y los nativos, de manera que han podido establecerse algunos de los efectos de esta relación y, en particular, su incidencia en el aumento o disminución de las poblaciones de las especies autóctonas.

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No hay duda, señalan Hiraldo y Tablado, de que el cangrejo rojo "es ahora una especie clave en este territorio", ya que sirve de alimento a un buen número de animales autóctonos. Dependiendo del periodo del año analizado, entre 13 y 18 especies, contando aves, reptiles, mamíferos y peces, consumen cangrejos en proporciones medias o altas. Aunque la aparición de esta nueva presa ha provocado la respuesta de un buen número de especies, éstas, precisan los investigadores, "no han modificado sus estrategias de búsqueda de alimento". Sencillamente, para muchos de estos predadores el cangrejo rojo se ha convertido, por su tamaño, en la presa más rentable desde el punto de vista energético.

La presencia de este alimento, desconocido en la marisma hace 30 años, ha influido en las poblaciones de sus predadores, algo que, por vez primera, demuestra el trabajo de los biólogos. En lo que se refiere a las aves, "los predadores de cangrejo, de los que existían datos sobre la evolución de sus poblaciones, se han incrementado más que otras especies".

Pero llegados a este punto surge la paradoja. El incremento en las poblaciones de algunas aves, por más que se trate de especies protegidas, puede acarrear una mayor presión sobre algunos otros animales presentes en su dieta, circunstancia que podría desequilibrar el sistema. Es decir, el cangrejo, de forma indirecta, puede inducir a la desaparición de otros animales valiosos.

Este no deja de ser un escenario pesimista ya que cabe otra interpretación. "Quizá nos encontremos en un periodo de ajuste entre predadores y presa, de manera que termine alcanzándose un equilibrio en el que los cangrejos desciendan por efecto de sus predadores y posteriormente éstos también rebajen su número", precisan los investigadores. Se conseguiría así una suerte de "control biológico natural".

Admitiendo ambas hipótesis lo cierto es que los especialistas desconocen la situación actual. La investigación invita a nuevas pesquisas, de manera que la influencia del cangrejo pueda modularse en beneficio de las especies autóctonas.

Competición aparente

Hasta hace pocos años los especialistas sólo atendían a los efectos directos que las especies invasoras podían causar en los ecosistemas. Pasaban así inadvertidos los impactos indirectos que pueden llegar a causar profundas alteraciones.

Muchos de estos efectos ocultos tienen su base ecológica en el fenómeno conocido como "competición aparente", mecanismo que es el que han estudiado en Doñana, y con referencia al cangrejo rojo, Fernando Hiraldo y Zulima Tablado. Según este fenómeno, la aparición de una nueva presa provoca en los animales que la consumen primero una respuesta funcional y luego una numérica.

Es decir, al principio los predadores disminuyen su presión sobre los animales autóctonos que habitualmente forman parte de su dieta porque incorporan cantidades importantes de la nueva especie exótica. De esta manera aumentan las poblaciones de los predadores con lo que, en una segunda fase, se incrementa la presión sobre las presas autóctonas, anteriormente favorecidas. Si éstas cuentan con poblaciones reducidas la nueva situación puede resultar catastrófica.

Para complicar aún más el panorama, los predadores, que han multiplicado sus efectivos gracias al nuevo aporte de alimento, pueden convertirse a su vez en presas de otros animales que acudan atraídos por esta explosión poblacional. La eterna tensión entre ganadores y perdedores, donde los papeles se pueden intercambiar con suma facilidad. Es suficiente un pequeño cambio en el sutil equilibrio de un ecosistema para desencadenar todo este torbellino. Y éste es el papel ecológico que al cangrejo rojo le ha tocado desempeñar en los ecosistemas marismeños.

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