¡No coja el teléfono!
Si cualquier noche se encuentra en casa, cenando o sentados en el sofá leyendo o mirando el televisor después de un día agotador y, ¡horror!, suena el teléfono, hágame caso: no lo coja. Seguro que será una empresa que sabe que le encontrará en casa y que, cómo no, nos quiere vender o convencer de alguna oferta irresistible, imposible de dejar pasar. Eso es lo que me ha sucedido cinco veces en los últimos 10 días, llamadas ofreciéndome que si cambias de línea telefónica te ahorrarás 20 céntimos en cada llamada; que si domicilias la factura del gas en una compañía eléctrica te ahorrarás el 3% en el coste global; que si cambias de tarjeta de crédito tendrás más intereses o si te pasas a la fibra óptica tendrás todas las ventajas de Internet.
La ley de liberalización de mercados origina estas legítimas y honorables estrategias comerciales. Las ofertas serán ciertas (no lo dudo), quizá serán ventajosas (lo dudo más), pero lo que sí son del todo es inoportunas, pesadas y reincidentes.
¡Estoy harto! Por favor, si decido cambiar de compañía de teléfono, gas, banco o automóvil, ya lo decidiré yo solo, y no porque chicos -educadísimos y perseverantes- entren en mi casa sin convidarlos. ¿Cómo saben tu nombre, dónde y con quién vives y qué servicios tienes? Y sobre todo, no se les ocurra despacharlos con un "no; no me interesa", porque tras la perplejidad que se vive al otro lado del hilo telefónico le preguntarán: "¿Y me puede decir por qué motivo?". ¡Yo qué sé! Sencillamente, no me lo había planteado y menos a estas horas de la noche. Yo, como la mayoría de los mortales, a estas horas quiero desconectar del mundo y no tener que convencer a nadie de que lo que me ofrece ni me va ni me viene. Y si me va, ya iré a pie y con luz de día.
