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Reportaje:PERSONAJES

Un sueño se evapora

Chema Martínez entierra en Tokio sus posibilidades de correr el maratón en Atenas y ahora debe encarar el 10.000

Carlos Arribas

Chema Martínez tenía un sueño. Se veía el último domingo de agosto en la ciudad de Maratón, a exactamente 42,195 kilómetros del estadio Panathinaiko, de Atenas. A las cinco de la tarde. Se veía rodeado de decenas de atletas como él; de los mejores del mundo; de los más finos, los más resistentes, los más rápidos. Miradas únicas, vacías, decididas. Se veía dos horas y pico más tarde, sus dientes blancos brillando al sol del verano, una sonrisa única, la felicidad, los brazos abiertos, la victoria. Esa imagen le ha acompañado, fiel, inseparable, los últimos 90 días, los últimos tres meses, todos los momentos duros, todas las mañanas heladas, despertador a las 9.30, 25 kilómetros por el campo, comida frugal en la residencia Blume, siesta mínima, más carrera, una sauna, un hidromasaje, cena a las ocho, en la cama a las nueve y media. Nuria, su mujer, a su lado, sonriendo; la niña que nacerá en marzo creciendo en su interior.

Ayer, aún de noche en España, a las siete de la mañana, Chema llamó a Nuria. Llamada de larga distancia. Desde Tokio. La llamó destrozado, hecho polvo. Le dijo que todo había acabado, que el sueño se había evaporado, que estaba destrozado, que le dolía todo el cuerpo, que no sabía cómo había podido terminar; que hasta el kilómetro 32 marchaba perfecto, sin sufrir, casi silbando, pero que después se sintió vacío, empezó a sufrir, a penar.

Chema Martínez, de 32 años, uno de los mejores fondistas españoles, campeón de Europa de los 10.000 metros, maratoniano de valor, capaz de ganar una medalla olímpica, lo había calculado todo a la perfección. Para ser uno de los tres maratonianos españoles en los Juegos de Atenas necesitaba hacer una buena marca, una gran marca, por debajo de 2h 8m. Necesitaba hacerla lo suficientemente temprano para que tuviera luego tiempo de preparar elegantemente el maratón olímpico. Necesitaba hacerla ya, en febrero, en Tokio, ayer. Viajó a la capital japonesa hace más de una semana con un par de amigos, con su botella de aceite de oliva virgen extra procedente de la primera presión en frío, con su pasta, con la convicción de que iba perfecto. Los últimos entrenamientos, las últimas pruebas de lactato, los últimos análisis así se lo indicaban. Los más de 150 kilómetros semanales, el gran volumen y la calidad de entrenamientos que había acumulado le permitían mantener un ritmo permanente elevado, muy rápido, tres minutos el kilómetro, una máquina.

Pero, no sabe por qué, en Tokio todo se torció. Terminó arrastrándose, tardó más de 2h 13m. El fin del sueño olímpico. "El deporte es así, no es matemáticas", le dijo Nuria, que sabe de lo que habla, que es la pareja de un atleta de élite, que ha sido olímpica dos veces con el equipo español de hockey sobre hierba. "Sí, estoy triste, pero tampoco me puedo permitir hundirme mucho. Me he tirado tres meses viéndole entrenarse, sacrificarse, pero es lo que hay", explica; "no hay que darle más vueltas, hay que sacar lo positivo, ver el porqué de lo que ha pasado y afrontar lo que venga. Y, además, dentro de un mes vendrá nuestra niña..."

A Chema Martínez le queda la alternativa de ganarse un hueco en la prueba de los 10.000 metros. No le ilusiona tanto como el maratón porque, por muy bien que esté, por muy buena marca que consiga, aunque llegue a 27m 20s, siempre tendrá por delante a tres etíopes y tres kenianos en la final. No le hace soñar, pero ya es su gran objetivo.

"Pero Chema es muy fuerte de coco y seguro que en dos días se le habrá pasado el disgusto", promete Nuria; "ahora, cuando vuelva a Madrid, tendrá que estarse dos semanas parado para recuperarse, porque muscularmente está machacado, pero después volverá a machacarse".

Ayer, a primera hora de la tarde en Madrid, ya de noche en Tokio, Chema volvió a hablar con Nuria antes de acostarse. Parecía otra persona, dice Nuria: "Ya estaba animado, ya hablaba del futuro, de comerse el 10.000, ya había pasado la página de Tokio, una carrera que ha salido mal, como tantas otras".

Chema Martínez, con gafas de sol, durante el maratón de ayer.
Chema Martínez, con gafas de sol, durante el maratón de ayer.REUTERS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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