El susto del 'lenguado'
Providencial debú de Raducanu en el Espanyol empañado por la rotura de una valla
El nombre de Claudiu Raducanu, un delantero nacido en Craiova hace 27 años, llegó a las oficinas de Montjuïc después de que el Espanyol negociara con no menos de 10 delanteros, desde Rivaldo hasta Zalayeta. Después de marcar un tanto providencial en Vila-real y provocar involuntariamente una avalancha en la grada, ya es un ídolo para la afición perica. "No le conocía, nunca le había visto jugar", reconoció Luis Fernández tras consumarse el fichaje hace nueve días. "Me lo recomendaron unos amigos que tengo en el Liverpool y de los que me fío", asumió el entrenador. Por los despachos circuló un video y la sensación de que por fin habían dado con un 9 que quisiera fichar por el Espanyol. "No es fácil convencerles", había dicho el presidente, Daniel Sánchez Llibre. "Hablamos con él y nos dijo que al día siguiente estaba en Barcelona". ¿Por qué? Su cuñada vive en Barcelona, donde pasó la última navidad. Por eso y previo pago al Steaua de Bucarest de entre 1 y 1,3 millones de doláres, según sea la fuente consultada, por una vez, el Espanyol contrató a un jugador sin culebrón de por medio.
"Algo pescaremos, ya veremos si será merluza o un pez más chico, peró algo caerá", había vaticinado Luis Fernández dias antes de que el máximo goleador del pasado campeonato rumano, con 21 tantos, entrara en las redes albiazules. Tan discreta y desapercibida fue su llegada como su presentación: un empleado hizo de intérprete -trabaja en la secretaría técnica del club y habla rumano "porque tengo muchos amigos allí", dijo- y Joan Collet, miembro del consejo, dio la cara por el presidente y el entrenador, que no comparecieron. "Si me tengo que comparar con un pescado, diría que soy un lenguado", reconoció Raducanu entre risas. Fernández, tras verle entrenar durante dos horas, aseguró: "Más que lenguado, es un pescador. Tirar la caña la tirará, a ver si hay suerte y pesca algo". En Vila-real lo logró la segunda vez que tiró el anzuelo. "Domani, gioco, gol e tre punti", había vaticinado la víspera al médico del equipo Juan Carlos González, chapurreando en italiano. A Morales, su compañero de habitación, le cosió a preguntas. "Es tímido pero listo y, como futbolista, está muy hecho", explicó el capitán blanquiazul en el Madrigal. En el viaje de vuelta, viendo la película Diablo, Claudiu le dio la razón: "Le dolía la mano y un golpe en la pierna", cuenta su compañero. "Ya le dije que aquí se jugaba fuerte".
Raducanu realizó el mejor de sus sueños. Relevó a Wome en el minuto 69 y, a un minuto para el final, anotó el único gol del partido. Se quitó la camiseta, corrió a abrazarse a su entrenador y buscó a Torricelli, su cicerone. Le agradeció a Dios el acierto -"todo se lo debemos a él", repite con frecuencia- antes de que De la Peña le invitara a compartir alegría con los seguidores desplazados hasta Vila-real. Se acercó a la zona donde se encontraban y les lanzó su camiseta con el número 16. Consecuencia: una pequeña avalancha y la valla de separación de la grada se desplomó. Hubo un par de heridos leves. Un susto que ayer lamentó -"si lo sé, no lo hago", confesó- y le agradeció de nuevo a Dios "que no pasara nada grave".
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