El buen toreo de Encabo
Tarde húmeda de cielo cárdeno oscuro, y corrida de toros potable, irregular y más que interesante. Tanto, que hubo un toro de vuelta al ruedo, premio un algo excesivo para el buen toro de Alcurrucén, que fue a parar a las manos de un Luis Miguel Encabo templado y en sazón.
En su primero, Encabo estuvo correcto, desahogado, y se templó a medias, tiró líneas y no se complicó la existencia. Para en el cuarto ofrecernos algo así como un recital de cámara muy particular. Buen toreo a la verónica, el capote recogido y la pincelada suave y nítida. Y una faena de muleta que fue creciendo en plasticidad y acertado compás. Variada de adornos y con pasajes en donde la inspiración hizo acto de presencia y se pudo escuchar su vuelo, la música que alegraba a propios y extraños, conocidos y afición en general.
Alcurrucén / Encabo, Escorial, Diego
Cuatro toros de Alcurrucén, 2º y 3º de Lozano Hnos., en general bien presentados, manejables, el 4º vuelta al ruedo. Luis Miguel Encabo: oreja y dos orejas y rabo. Gómez Escorial: oreja y oreja. Juan Diego: dos orejas y saludos. Plaza de Ajalvir. 31 de enero. Media entrada.
Gómez Escorial cumplió en sus dos toros, con tesón, sin arrebatarse, consciente y voluntarioso. En dos labores que alcanzaron momentos estimables.
Juan Diego no se olvidó la buena clase que almacena como oro en paño, y en su primero toreó a la verónica con hondura y corte distinguido. Tenía el burel las fuerzas justas y el salmantino supo administrarle en gotas muy templadas, como señoriales, una serie exquisita al natural, o ese pase de la firma digno de los mejores pinceles. Un lujo bien servido. En el sexto, el garbanzo duro y negro de la corrida, estuvo por encima de las circunstancias. Un respeto. Y le robó unos naturales ayudándonse con la espada que el mazacote de Acurrucén no se merecía.
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