_
_
_
_
Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

A la luz de la vieja luna hechicera

Siguiendo las trazas últimas de Ad Reinhardt y Mark Rothko, pero también la densa atmósfera de las negras tintas orientales, la pintora Ángeles San José continúa puliendo su fascinante paisaje nocturno, ese que ahora exhibe bajo la hermosa advocación de -traduzco- la "vieja luna hechicera". Aunque no le falten antecedentes históricos, sobre todo, desde que la pintura naturalista descubrió el rendimiento melodramático del claroscuro, pintar nocturnos no dejó de ser una rareza hasta llegar a nuestra revolucionaria época, que se hunde con pasión en lo insólito y paradójico. Pintora que empezó a destacar a fines de la década de 1980 para encontrar, cada vez mejor, su camino durante la siguiente de 1990, en cuyos últimos años ya se afincó en el trance pictórico de enfrentarse con la imagen oscura, Ángeles San José ha insistido en esa absorbente y huidiza plasmación del negro, donde rebullen todos los colores, pero al límite de su visibilidad, porque el horizonte así se achata entre tinieblas y se convierte en un telón jaspeado de inciertos brillos fugitivos. Todo un desafío.

ÁNGELES SAN JOSÉ

'Old Devil Moon'

Galería Antonio Machón

Conde de Xiquena, 8. Madrid

Hasta el 20 de febrero.

Pero volver una y otra vez sobre el mismo sortilegio pictórico nunca es en vano, y, en este sentido, la apretada fijación con que San José ha mirado ese parpadeante espacio animado por turbios resplandores y la intensidad de su pugna plástica por lograr enjaretar las extrañas maculaciones cromáticas que pululan por la plana superficie cuando se extinguen las luces, poblando las noches de fulgores temblorosos y formas opacas, ha dado un estimulante fruto, de regusto hondo. El uso de una técnica que mezcla el grafito y el óleo proporciona a las imágenes nocturnas de San José una textura entre lo mineral y lo orgánico, un paisaje que brilla como el carbón, pero también con la sensual suntuosidad de unas flores de ceniza. El blanco y el negro de este jardín, con sus, a veces, cegadores contrastes, pero, otras, con su oceánico rebullir de grises, nos va descubriendo también los azules y violetas cobalto, los sordos destellos del carbunclo y, qué se yo, los mil matices que han convertido la visión nocturna en el pozo sin fondo del color, los colores, los fríos visajes de esa belleza que acecha en la oscuridad para exclusivo regocijo de una vieja luna hechicera y de ese pintor que se planta bajo su manto.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_