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Crítica:SAUL BELLOW, EL DERECHO A ESCRIBIR
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Galería de retratos con sonrisa

Al incombustible Nobel de 1976, al gran erudito judío guasón de Chicago le pergeñaron una colectánea, a sus 86 años, que devino una suerte de canto del cisne editorial, un modo, permítanme, de seguir al pie del cañón a sabiendas de que apenas si queda ya munición. Viking formó un volumen de narraciones como Mary Shelley creó a Frankenstein, incluyendo conocidas nouvelles que vieron la luz en forma de libro, como El contacto Bella Rosa (1989) o Un robo (1989) y reimprimiendo relatos que integraron los volúmenes Mosby's Memoirs and Other Stories (1968) y Him With His Foot in His Mouth and Other Stories, que Harper & Row publicó en 1984 (y no en 1974 como reza la nota de la edición que nos ocupa). La de Viking, a la que siguió una de Penguin en bolsillo de 2002, es la que reproduce con fidelidad la reciente traducción de Alfaguara, que traslada pues a nuestro mercado un volumen engañoso en el que los inéditos brillan por su ausencia y en el que cuentos, lo que se dice cuentos, se cuentan con los dedos de una mano cercenada. Acompañan a los textos, como subalternos junto al maestro camino del ruedo, un insufrible y almibarado prólogo cursilón de la enésima señora Bellow, que se comporta, digámoslo, como orgullosa viuda avant la lettre, una introducción del crítico James Wood -¿un tutor para el lector?- y un desentonado epílogo del propio autor en bienintencionada defensa de la brevedad literaria, cuya veracidad se va al garete en cuanto el lector constata, pasando páginas otra vez, que a Bellow se le va la mano sin remedio y escribe en espiral y no en círculo, como parecería más oportuno hacer si hablamos de cuentos.

CUENTOS REUNIDOS

Saul Bellow

Traducción de Beatriz Ruiz Arrabal

Afaguara. Madrid, 2003

617 páginas. 23,95 euros

Más información
La ley arcaica y la ley de la vida

No es menos cierto, con todo, que cualquier regreso a las librerías del autor de Herzog es una estupenda noticia, y una oportunidad para volver a escarbar en la condición humana de la mano de sus neuróticos personajes, atrapados entre la picaresca y la filosofía doméstica. Y es que, en realidad, los atribulados héroes del señor Bellow son una birria. Resultan enternecedores en sus esfuerzos denodados por ser dignos pero patéticos en su condición de supervivientes de su propia impotencia. En sus flaquezas reside su grandeza literaria. Así es en Harry Fonstein, el judío escapado del Holocausto que protagoniza El contacto Bella Rosa -una pieza maestra- en Clara Velde, la abnegada esposa que lleva las riendas de la historia de El robo, en Max Zetland, el pater familias siniestro de Zetland: impresiones de un testigo, en Louie, esa Holden Caulfield que explica su historia en Algo por lo que recordarme, jocosa recreación del Chicago de la Ley Seca, o en la anciana Hattie de Dejando la casa amarilla, preciosa historia en torno al candor de la vejez, y uno de los textos en los que el novelista americano enriquece con técnicas de vanguardia faulkneriana su característico naturalismo. Todos ellos protagonistas de magníficas narraciones armadas sobre la base de sus propios retratos, descritos muchas veces con esas frases alambicadas y perifrásticas de Bellow que metaforizan las sinuosas reflexiones en monólogo de sus desorientados héroes, víctimas por igual de su memoria y de sus extrañas ataduras emocionales.

Las vidas de sus criaturas no están como para andar a echar cohetes y no obstante, aun sin llegar a ser Frank Capra, es cierto que Bellow se las arregla para que su galería de personajes estrafalarios e introspectivos, luchando consigo mismos en un mar de dudas y de asfalto, en busca del sentido de sus vidas, suscite siempre una sonrisa irónica, una lectura más o menos cómica de un suceso trágico, un guiño, en fin, a las amarguras de la vida que Bellow hace como nadie y que de por sí redime al volumen de su desequilibrio entre textos mayúsculos y meros vestigios de lo que pudo haber sido y no fue, textos digresivos o arruinados por su dispersión. El caso es que Cuentos reunidos devuelve a la actualidad literaria a uno de los más grandes narradores contemporáneos, y uno de los pocos que nos enseña a sobrellevar todo esto, "la televisión por cable, los políticos, los hacedores de opinión, los choques raciales, los escándalos, la propagación del sida, los asesinatos de niños, los sin techo, los bancos, las Tortugas Ninja, etcétera, lo que nos meten en la cabeza un día sí y otro no", página 616, con ironía y (buen) humor.

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