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Columna
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La mal 'pagá'

Andalucía no mercadea, ni hace la esquina; Andalucía, como escribí la semana pasada, tiene la dignidad escrita en su historia. Estamos en campaña y a Andalucía se le quiere hacer comulgar con ruedas de molino o, lo que es peor, jugar, atropellar, humillar y vejar. El andaluz es un pueblo que se ganó el respeto y el ser libre, incluso en las etapas más negras y cavernícolas, a las que parece ser que volvemos. Andalucía, la mal pagá, no está en venta, aunque, por desgracia, haya quien piense lo contrario.

Tengo imágenes de niño que no se borran. En las frías mañanas del invierno en la vega granadina, con los chupones colgando de los tejados y un pequeño riachuelo que atravesaba el pueblo convertido en pista de hielo, veía a los hombres, hundidos en sus pesadas pellizas negras, frotarse las manos y calentarse el estómago con un machaquito, a la espera de que llegara el señorito o el encargado (a veces, capataz) para contratarles, negociando las pesetas por trabajo en el campo y día.

Cuando, días atrás, Andalucía entraba en almoneda, con Montoro como triste (nunca diré trilero) provocador de los sentimientos de la mayoritaria población andaluza, rebobiné recuerdos y me pareció ver la imagen de antiguos caciques chalaneando salarios de miseria. Y más esperpéntica aún, la figura de quien pretende ser presidenta de los andaluces con la rabieta propia de niña consentida: "Yo lo dije primero". Doña Teófila Martínez ha llegado aún más lejos pidiendo el voto; un voto humillante comprado en una subasta. Y Mariano Rajoy, ese gran hombre, al que las hemerotecas le están sacando los colores, no sabe no contesta. Rajoy, cuando baje a Andalucía, tendrá que dar explicaciones, salvo que sigan hundiendo la campaña y las expectativas de doña Teófila, acostumbrada a lanzar retos, como el último órdago a Chaves, sin que ella sea capaz de recoger los envites del candidato socialista.

Pocos confiaban, yo entre ellos, en que el urbanismo de Marbella pudiera ir por otros derroteros. La gestión, paciencia y machacona confianza en las posibilidades puestas sobre la mesa de la negociación por Arturo Moya abren un futuro distinto. Veremos.

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