Un museo en el currículo
Siguiendo las huellas de la flamante consejera de Cultura, Caterina Mieras, me dispongo a visitar el museo de Badalona, que consta entre los logros de su currículo. A primera hora de la tarde, 17 minutos después de haber tomado el metro en Urquinaona, llego al centro de la ciudad. En una esquina muy visible, cerca de la iglesia, en una plaza de resonancias tripartitas (Assemblea de Catalunya) está el museo de Badalona, cuya redondeada fachada tiene, en mi opinión, un toque contemporáneo demasiado obvio (el minimalismo también puede ser retórico). Alrededor del museo abundan las anodinas, cuando no feas, viviendas de pisos realizadas en nuestra época, pero también algunas mansiones del siglo XIX que ayudan a recordar que, como los vinos, no toda la arquitectura envejece igual. El espacio interior es amplio y útil. El museo que Caterina Mieras renovó a fondo propone, en su colección estable, un viaje por la historia de la Baetulo romana. Lo hace sin pompa. En los antípodas del tono grandilocuente de los museos de la nueva ola (como el Guggenheim de Bilbao, un museo concebido como un soberbio anzuelo para pescar masas turísticas asombradas).
El museo de Badalona, reformado por Caterina Mieras cuando era concejal, propone un viaje por Baetulo sin pompa
El itinerario tiene dos ejes. En la planta principal, unas vitrinas muestran una parte del tesoro de la ciudad (el resto, expoliado durante el franquismo, está en Montjuïc), un tesoro modesto, pero significativo. Contiene preciosas piezas artísticas, como la entrañable cabeza de una anciana o la llamada Venus de Badalona (deliciosa escultura en mármol blanco, hermana de la Afrodita de Cirene). Las vitrinas contienen asimismo una importante colección de monedas y joyas, inscripciones latinas o ibéricas, y una notable exposición de vasijas, ánforas y otros elementos artesanales (como los importantes quicios metálicos -en catalán: pollegueres- de un portalón). Pueden visitarse en el subsuelo, por otra parte, los magníficos restos de las termas romanas: muros y pavimentos, mosaicos y detalles arquitectónicos que permiten admirar y comprender cómo era la Baetulo romana: desde unas tejas para cubrir las tiendas o tabernae hasta unas conducciones de agua. En días especiales, se proponen visitas a los 12 puntos de interés máximo (casas, templete, calles, foro, canalizaciones, teatro) que se preservan en el subsuelo de Badalona. El siguiente proyecto de Caterina Mieras y sus técnicos era conectar las termas del museo con el foro para facilitar un circuito arqueológico subterráneo de unos 3.000 metros.
Una de las arqueólogas del centro, Pepita Padrós, me explica, apasionada y amabilísima, la historia de las excavaciones sobre las que se construyó el actual museo. Mientras la escucho, me doy cuenta de que, si bien las anécdotas se refieren a Badalona, la narración de fondo se repite en muchas poblaciones catalanas. En todo el país, la cosa empezó alrededor de 1930 por influencia del noucentisme. Aparecen unos jóvenes aficionados a la historia. En Badalona, los más destacados son J. Font i Cussó y J. M. Cuyàs, al frente dels Amics de l'Art Vell. Descubren en la parte de montaña un mosaico, una sepultura, restos de una casa. Enterados del proyecto de urbanización del Clos de la Torre, cerca de la iglesia, consiguen, no sin esfuerzo, permiso para hacer unas catas y localizan Baetulo, la ciudad romana (fundada, por cierto, igual que Iluro-Mataró, unos 100 años antes que Barcino). La Guerra Civil paraliza las excavaciones y durante los primeros años del franquismo quedan abandonadas. Los franquistas expolian el tesoro arqueológico a la agrupación, aunque Cuyàs, católico y adaptado al régimen, obtiene permiso para excavar. Descubre las termas y, al urbanizarse definitivamente la zona, consigue salvarlas. No sólo salvarlas: inexplicablemente, el Ayuntamiento compra el espacio y, preservado el subsuelo romano, alza sobre el mismo una mezcla de casa de cultura y museo local, que dirigirá Cuyàs. Sobre esta base, lentamente, se consolida alrededor de la década de 1970 un núcleo de jóvenes arqueólogos dirigidos por J. M. Padrós (entre los que destaca Francesc Tarrats, nombrado ahora por Mieras director general de Patrimonio), y el museo de Baetulo, sin dejar de ser casa de cultura, se convierte en centro de investigación. Ya en democracia, la atención de los políticos es mayor, aumentan los presupuestos, se amplía y consolida la plantilla y se proyecta el museo actual, que desarrolla una amplia actividad científica y divulgativa: controla y protege el subsuelo arqueológico, promueve el estudio y la difusión de los nuevos descubrimientos, organiza exposiciones temporales, impulsa publicaciones, sirve de cobijo al archivo y acerca el patrimonio a los escolares y a la ciudadanía que aspira al ocio creativo ("cuando alguien en Cataluña quiere contemplar unas termas romanas, tiene que venir a Badalona").
Todas las personas con las que hablo en Badalona (visito el teatro Zorrilla y el célebre conservatorio) coinciden en resaltar la tenacidad con que la consejera Mieras ha luchado por dignificar la red de equipamientos, buscando dar a la inversión en piedra un sentido. El Zorrilla, por ejemplo, que se reformó en su mandato, está pensado como centro de las artes escénicas, para recoger la tradición del teatro de aficionados y para reinterpretar la herencia del mago local Li-Chang. A pesar de que la tradición francesa otorga un gran espacio al figurón cultural que inspira genialmente la política del ramo, no creo que al país le sobre la figura discreta y tenaz de una mujer que conoce los logros y los límites del desarrollo cultural de una ciudad como Badalona (muy representativa no sólo de la problemática del cinturón barcelonés, sino de las poblaciones catalanas de tipo medio). La ventaja de la experiencia municipal es que a la consejera no habrá que recordarle: a) que nuestros centros y museos tienen que aumentar los presupuestos para no andar con los cordones de los zapatos atados, y b) que debe promover circuitos y redes de interconexión para luchar contra el autismo local, y nacional, favoreciendo el tráfico de ideas.
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