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Columna
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Un voto, un escopetazo

Confío en que extremes la vigilancia. Mira que te lo tenía dicho: que no andes con el voto en el bolsillo. Pero tú siempre tan pimpante e irresponsable. Y eso que te lo advertí, cuando fuimos mi mujer y yo, a cenar en tu casa. Te dije, he visto a unos tipos emboscados en el parque. ¿Simpapeles? No, candidatos. Así que mucho ojo. Y tú respondiste: un hombre, un voto. Y ya ves, con suerte: un voto, un ladrillo. Mira, antes de disolver las Cortes, ya están al acecho. Todos somos potenciales víctimas de esos descuideros del sufragio, tan bien informados. ¿No te das cuenta de que nos pillan en pelotas?, ¿de que lo saben todo?: Cuando sales, cuando vas de copas, cuando haces el amor, qué almuerzas, que número de calzado gastas, en fin, hasta lo más nimio. Y se lo hemos facilitado, sin rechistar. Mientras nos aturdíamos en las grandes superficies, estábamos siendo espiados, fotografiados, tallados, pesados, degustados, inducidos, manoseados. Tú aún crees en Solón, en la soberanía popular de Voltaire, en los poderes de Montesquieu, so mamón. Y ellos montándoselo a lo grande: primero que si la democracia es el conjunto de ciudadanos, luego que si el conjunto de sus papeletas, luego que si el conjunto de sus representantes, que son los que alimentan la prótesis del escaño con sus glúteos. Y así, por un proceso reduccionista, la democracia se ha quedado en un trozo de papel y en el acto de depositarlo, cada 4 años, en una cajita. Esas prácticas constitucionales, esas instituciones que dicen del pueblo, son pura fachada. Y al detectar cierta apatía en el público, se han echado a la calle a perseguir votantes: la derecha con sus lores y sus financieros, a caballo, y en vez de la piel al zorro, le despellejan el voto al indeciso, y si es necesario lo llevan a punta de pistola a ejercer sus derechos, y qué mirados. ¿Contradicción?, pero ¿dónde no? Si hasta los candidatos de una supuesta izquierda están merodeando tu casa, a ver si te lo birlan o te lo canjean por una papelina, eso sí, sin el rollo del programa, que, ya puestos, también se gastan finuras.

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