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Columna
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¡Cómo está el papio...

...Seratio! Digo al revés, la culpa la tiene esto de las elecciones que lo está poniendo todo manga por hombro. Ahí andan, por ejemplo, los socialistas dispuestos a cambiar hasta el cambio. O, como mínimo, el esqueleto o la columna vertebral, en palabras de quienes han tomado la política por una lección de anatomía. Lo raro es que no se hayan planteado los transplantes. Me refiero a los asesores de Zapatero. Qué se yo, podrían postular por ejemplo una Castilla Castilla que sea el doble de la que hay ahora mientras León, que para eso fue reino, emprende su vuelo, o su rugido, en solitario. En cuanto a La Mancha, ya se buscaría la vida, recursos no le iban a faltar, ¿o acaso sus molinos no son gigantes? Con Ceuta y Melilla se podía hacer una unidad africana, de no ser que África empiece en el Ebro como dijo hace poco más de cien años un muchacho de Bilbao. Ya estoy viendo al honorable (pese a las urnas) Maragall buscar la fórmula de atraerse a Mallorca para hacer boca mientras emprende la conquista del arco mediterráneo. Nos aguardan unos años de lo más imaginantes e ilusionativos. No me extrañaría que parte de Álava y parte de Navarra se unieran a La Rioja habida cuenta de que ya comparten denominación de origen en los caldos, porque ya me dirán ustedes qué tiene que ver Málaga con Huelva. ¿Teruel existe?

Hombre, aunque sólo se cumpliera el programa de mínimos, a saber, que cada una de las 17 autonomías tuviera su propia Hacienda, se iba a producir una situación muy pintoresca. Pintoresca, pero justa porque entonces no se llegaría a situaciones como la del País Vasco que recibe más de lo que aporta. Ahora bien, si ninguna autonomía va a beneficiarse de las otras, ¿qué sentido tiene valerse de los nunca bien llamados derechos históricos para sacar tajada, digo el Cupo? Es lo que le faltaba a Ibarretxe para sentirse más autorizado a darse puerta. O a Maragall. Algo tendrán que decir quienes más saben, pero igual no está lejano el día en que en aras de la descentralización cojan los de Ferraz y se disuelvan para reencarnarse en cada feudo o baronía.

Entre tanto, ¿qué hacen los del otro extremo? En Génova desde luego no están por menear el esqueleto. Ni siquiera la raspa o columna vertebral. Vamos, que no sólo no parecen dispuestos a cambiar nada sino tampoco a moverse. Habrá que ver qué dice Rajoy, que el otro día entreabrió por lo menos la boca. Desde luego no estaría mal que se replanteasen lo del Senado, autonómicamente hablando, o la presencia de las regiones en Europa en aquellos temas que les conciernan. Como mínimo. Igual hay también que plantearse algo más. O no. Pero con otra clase de talante.

Lo que no es de recibo es tirarse tanto los trastos a la cabeza. A lo mejor hay fórmulas de campaña electoral que pasan ante todo por defender lo propio sin necesidad de fustigar lo del contrario. No estaría mal mirarse en los chinos. Puestos en la tesitura de elegir entre la soja normal y la transgénica, ciertos chinos de una compañía industrial decidieron hacer la salsa de soja con cabellos humanos, es decir echando toneladas y toneladas de flequillo a la cazuela. No quiero con esto defender el canibalismo ni siquiera el capilar, sino dejar patente que tanta antagonización no puede ser buena. Se puede defender el espacio propio al mismo tiempo que se reconoce el espacio compartido. Resulta pavoroso imaginar que pudiera ocurrir lo que anunciaba el otro día un comentador, a saber, que PP y PSOE no podrían firmar hoy el Pacto Antiterrorista. Por lo que a estos pagos respecta, no estaría mal que callaran las voces maximalistas que ven a ETA hasta detrás de la sopa llamada zukurrutuna porque argumentos sobran contra el nacionalismo. Pero también deberían abrir un espacio al mínimo común denominador quienes no creen en un proyecto constitucionalista compartido, porque seguro que hay puntos de encuentro para oponerse a lo que juran que tienen por aberración de Ibarretxe. Porque se trata de una aberración, ¿verdad?

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