La casta de una luchadora

Ella representa por elevación a todas las deportistas españolas, a una manera singular de entender la competición que se ha acreditado en los éxitos de la ciclista Joane Somarriba, la nadadora Gemma Mengual, la gimnasta Elena Gómez o las jugadoras de las selecciones de baloncesto o balonmano. Ella es Marta Domínguez, y protagonizó un momento inolvidable. Era París y era la final de 5.000 metros en los Mundiales de Atletismo. Etíopes, rusas, kenianas y la gran Gabriela Szabo ocupaban las primeras posiciones en la última vuelta. Marta defendía con vigor su situación en la cuerda de la pista. Los codazos, los empujones, no podían con ella. Nunca se ha dejado intimidar, no iba a hacerlo en una final de los mundiales. A falta de 200 metros, lanzó su ataque, pero sus piernas se bloquearon demasiado pronto. Superada por la etíope Dibaba, la rusa Zarodoznaya y la keniana Masai, su caso figuraba en el manual clásico de la derrota: no hay solución para quien es rebasado en la recta final. Pero Marta ha desafiado cualquier tópico. Una mezcla de imponente voluntad y de desaforado coraje la impulsó por encima de su fatiga. Su inexplicable reacción fue coronada en la llegada.

La forma en que logró la medalla de plata en los mundiales de París revela una manera única de afrontar la competición sin darse nunca por vencida