Leyendas organizadas en Escocia
NO SÉ exactamente dónde nos encontramos. Desde que me acomodé en la parte trasera de este minibús hace casi dos días (¿sólo dos días?) no sé muy bien adónde me llevan. Veo desfilar ríos, montañas y lagos encantados bajo un cielo que llueve sin terminar de encapotarse. Mientras tanto, Andy, el guía que ejerce de chófer, el dicharachero de la falda a cuadros, el autóctono que se disfraza para simular batallas, prosigue con la avalancha de leyendas contadas al ritmo de su impenetrable acento escocés. En la parte de atrás, dormitamos, a nuestro pesar, aunque nuestro laborioso inglés intente alcanzar al fórmula 1 verbal del conductor.
De vez en cuando, el agradable traqueteo se para, Andy se calla, y la ONU de viajeros que forman el minibús se levanta. Seguramente nos hayan explicado dónde estamos, pero ni yo ni mis cuatro compañeros nos hemos enterado. Elena, José, Ester, Iratxe y yo seguimos al rebaño. Y resulta que hay un castillo en ruinas donde una vez hubo soldados españoles luchando contra ingleses (¿o eran escoceses?). Y en otro lado enterraron a Rob Roy McGregor, uno de los héroes locales. Y aquí tuvo lugar la famosa batalla de Stirling, la de los culos al aire en Braveheart.
Después de dar las explicaciones, Andy, naturalidad con kilt y jersey, busca un respiro en el humo de su cigarrillo mientras los turistas fotografían. Y nosotros fotografiamos. Y al rato, otra vez las leyendas, volvemos al autobús, retorna la simpática verborrea, y sigue la lucha imposible contra el sueño. Y pienso que Escocia y sus Highlands son de lo más imponente y mágico que he visto, me estremezco un poco, y comento que el viaje está muy bien organizado.
Pero a veces, cuando el sol se atreve a brillar en ese cielo medio encapotado, me gustaría desorganizarme, saltar del autobús con la mochila y perderme por esa tierra de leyendas que no consigo entender del todo.
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