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Reportaje:EXCURSIONES | Martín Muñoz de Ayllón

La piedra herida por el rayo

Esta aldea segoviana, arrasada por un incendio en 1965, conserva bellos restos de su singular arquitectura

En las vecindades de Riaza (Segovia), acurrucados en la ladera septentrional de la sierra de Ayllón, hay una serie de pueblecitos que se distinguen por el color dominante de sus caseríos. Aquellos que, como Villacorta o Madriguera, se levantan sobre arenas, margas y arcillas coloradas, son rojos. Aquéllos que, como El Muyo o Serracín, lo hacen sobre pizarras, son negros.

Y luego está, caso excepcional, Martín Muñoz de Ayllón, en cuyos muros se mezclan la oscura pizarra, el pardo esquisto, la bermeja piedra ferruginosa y aún la blanca micacita con la misma alegría que se amontonan en los majanos de los sembrados y en las gleras de los cerros circunstantes.

Ni es rojo, ni es negro. Martín Muñoz de Ayllón no tiene color. Para más singularidad, un incendio originado por un rayo destruyó en 1965 buena parte del casar, que ahora exhibe, hermanadas por las calles de tierra elemental, las viejas ruinas tiznadas, las viviendas remozadas a la antigua usanza y otras de nueva planta -desde elegantes chalés pintados en color teja hasta casas vanguardistas de hormigón, pasando por cabañas de madera- que ya no guardan ningún otro orden que el buen gusto de los vecinos. El resultado es un casalicio encantador, un poco desaliñado y nada ortodoxo, como en realidad siempre lo fue.

Entre curiosas arquitecturas de ayer y hoy sobresale la iglesia de San Martín de Tours

"La condición humana cambia, el paisaje perdura" (Stendhal). El estilo anárquico del renovado Martín Muñoz es discutible, pero no la belleza inmutable del paisaje que lo abraza. Seño-reando la cañada del río Vadillo, el pueblo se asienta sobre un loma soleada con vistas a la Buitrera (2.046 metros) y a su cortejo de montes que se engalanan con el violento amarillo del piorno en primavera, el lila del brezo en verano, el oro de los robles en otoño y el armiño de la nieve en invierno, que son los colores de la sierra de Ayllón, los eternos colores que ésta tenía antes de que se concibiera la arquitectura roja, negra o al variado gusto de Martín Muñoz.

En busca de tal pueblo y de tal paisaje, nos acercaremos en coche de Riaza a la ermita de Hontanares y aún conduciremos otro kilómetro hasta llegar al final del asfalto. De las dos sendas que aquí nacen, tomaremos primero la que lleva en un minuto al mirador de Peñallanas, desde donde avizoraremos las cercanas cumbres de Ayllón, el lejano Urbión y el todavía más distante Moncayo. Casi a nuestros pies, junto a la carretera de Riaza de Santibáñez, localizaremos el pueblo de Alquité. Y justo a la derecha de éste, fijándonos bien, distinguiremos un filo de Martín Muñoz, apenas un par de tejados asomando sobre el robledal que hoy vamos a recorrer.

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Para ello, volveremos al aparcamiento del mirador y cogeremos la segunda senda, que es la que lleva directamente al pueblo. Señalizada con letreros en los puntos clave del recorrido -incluido el inicio, que, si no, se prestaría a confusión-, ésta empieza atravesando una cerca por un paso peatonal habilitado junto a una portilla metálica para bajar con fuerte pendiente por un auténtico túnel de robles; luego entronca con un camino más ancho, llano y despejado; y, finalmente, vuelve a descender por otro con aspecto de cortafuegos, el cual enfila rectilíneo por entre la fronda robledaña hasta dejarnos, poco antes de una hora, en los labradíos de las afueras de Martín Muñoz.

Callejeando por Martín Muñoz veremos curiosas arquitecturas de ayer y de hoy, pero ninguna que sobrepuje en belleza a la iglesia de San Martín de Tours. La hallaremos en un extremo, algo apartada del caserío, mostrando su maciza espadaña de sillares rojos y blancos a una pareja no menos corpulenta de robles; a su sombra, un diminuto corral de muertos -¡de sobra para un censo de 14 vivos!-; y, al mediodía, una verde plazoleta donde, contemplando los prados que declinan hacia el río Vadillo y los rebollares que trepan hasta las nieves de la Buitrera, nos estaremos tan ricamente hasta la hora del regreso, que será por el mismo camino.

Un paseo muy fácil de dos horas

- Dónde. Riaza (provincia de Segovia) dista 115 kilómetros de Madrid yendo por la carretera de Burgos (N-I) y desviándose luego por la N-110 (en dirección a Soria) entre los kilómetros 104 y 105.

Una vez en Riaza, hay que salir por la carretera de Alquité (SG-V-1111), doblar a los dos kilómetros por la que sube a la ermita de Hontanares y seguir por ésta hasta el final del asfalto, donde se halla el aparcamiento del mirador de Peñasllanas, inicio del recorrido a pie.

- Cuándo. Cualquier época es buena para dar este paseo de dos horas de duración -seis kilómetros, ida y vuelta por el mismo camino-, con un desnivel acumulado de 220 metros -mirador de Peñasllanas, 1.480 metros; Martín Muñoz, 1.260- y una dificultad muy baja.

- Quién. Manuel Rincón es el autor de Andar por el macizo de Ayllón (Editorial La Tienda), guía en que se describen varios itinerarios por las inmediaciones de Martín Muñoz. También puede consultarse el apartado de rutas a pie del sitio web www.riazanatural.com

- Y qué más. Cartografía: mapa Sierras de Ayllón y Ocejón, editado por La Tienda Verde (Maudes, 23 y 38; telf.: 91-534 32 57); en su defecto, hoja 20-17 (Riaza) del Servicio Geográfico del Ejército.

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