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Columna
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Velo

Aunque en Almería viven muchas familias musulmanas, en los colegios de mi zona no suelen verse niñas con velo. Tampoco en la universidad. Cuando yo estudiaba en Madrid tuve dos compañeras monjitas. Aunque entonces corrían mejores tiempos para el laicismo, no nos parecía mal que fueran así vestidas. El laicismo debe ser obligatorio para el Estado, pero no para los individuos. Aquellas monjitas no podrían estudiar hoy en Francia, salvo que se despojaran de sus tocas y se enfundaran una camiseta de Marilyn Manson.

Aquí, ya digo, no se ven muchas niñas con velo en las escuelas. No creo que sea por miedo a ser apedreadas, sino por verdadero afán de integración social. O para no destacar. Por la calle, cuando voy por El Alquián o La Cañada, sí he visto mujeres con chilaba y pañuelo esperando el autobús. Me parece que no molestan a nadie con sus trajes regionales y que ningún almeriense se siente provocado al verlas. Cada uno se viste como quiere. Hace unos años un profesor de la Universidad de Almería expulsó a varios alumnos de su clase porque llevaban bermudas. No le parecía que los pantalones cortos fueran una indumentaria respetuosa hacia su persona o hacia la institución.

En Francia actrices famosas y la revista Elle han organizado un movimiento de mujeres contrarias al velo y al pañuelo, complementos que simbolizan según ellas la sumisión de la mujer. Hace quince o veinte años aquí, en España, se organizó un revuelo monumental cuando un grupo de chicas con collares de perra en el cuello, Las vulpes, cantó una canción que decía: "Me gusta ser una zorra, me gusta ser una zorra". El fiscal general del estado actuó de oficio.

No creo que en Almería, en Andalucía, en España, se produzca jamás un movimiento contra el uso de símbolos religiosos en lugares públicos semejante al francés. No porque aquí seamos más tolerantes que en Francia -hasta ahí podíamos llegar-, sino porque aquí serían los católicos los principales afectados por una medida tan radical. Aquí los únicos que hacen proselitismo y ostentación en las escuelas son ellos. En muchos colegios públicos hay propaganda de la catequesis. Nunca he visto carteles de la Consejería de Educación reivindicando el laicismo. Ayer en cambio compré la prensa local y me regalaron un mandil de la Junta invitándome a compartir las tareas domésticas y reivindicando el reciclaje. Son prioridades. La Universidad de Almería inaugura el año académico con una santa misa.

En cuanto a los franceses, me parece que exageran. A mí a veces me gustaría que se prohibiera el piercing en los pezones, pero creo que cada cual tiene derecho a vestirse como quiera. Dicen los partidarios de la prohibición que esa ropa oprime a la mujer y que las niñas del velo no quieren ir a natación. Pero la ropa no oprime a nadie, salvo que esté muy gordo. A la mujer la oprimen los hombres. Y muchas mujeres. Contra esos opresores, si cometen delito, debería actuar la ley. Y si a la niña musulmana no le dejan ir a la piscina, o se niega, no habrá más remedio que ponerle, como a cualquier otra niña, un cero en natación.

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